¿Por qué los días de
lluvia invitan a los recuerdos ingratos y a ratos sombríos?
Los malos ratos dejan
huellas en el cuerpo y en alma que se quedan ahí, como registro inmortal hasta
el fin de tus días. Dejan estos tic nerviosos, sensaciones extrañas que antes
no sentías y sueños que te despiertan en mitad de la noche, sudando, asustado
para luego volver a caer en un sueño intranquilo.
Nos complicamos a veces
la existencia valorando demasiado lo que consideramos deberes u obligaciones a
llevar en secreto, sin compartirlas, sufriendo por lo que no se debe sufrir, y
soportando sobre el peso de tus hombros las ausencias de otros.
Y encima la soledad de
no tenerte, Soledad, sin poder comunicar contigo, sin poder contarte penas y
alegrías. Me encantaría poder abrazarte y sentir el calor de tu cuerpo para que
el mío reaccionase y mi corazón frÍo volviese a funcionar.
Llorar sobre tus
hombros para consolar el tiempo perdido de un alma que poco a poco va siendo
vencida por el tiempo. Las ilusiones de la juventud van perdiéndose al
encontrarte con muros infranqueables que el tiempo no te ha enseñado a escalar
o que tú, no has querido aprender a hacerlo.
Si por lo menos
sintiera tu caricia, Soledad, el roce de tu mejilla en la mía y el cruce de una
mirada, por lo menos podría ver la luz de una forma más clara, más diáfana, sin
sombras malignas que la enturbiaran. Y es que el alma como la luz, si se apaga,
se muere.
Transcurren los ratos
ociosos, con miedo a sacar a relucir intimidades interiores que a nadie le
importan. Las teclas del ordenador me parecen adoquines de un pavimento inerte
y en cambio sé que es una especie de autopista para expresar mis sentimientos.
Pero hoy no son alegres.
El día lluvioso y cerrado da tonos grises al ambiente, un ambiente que desde la ventana se ve quieto, parado, como si la gente tuviese miedo a pasear bajo esas gotas finas que manda el cielo. Gotas que van cubriendo poco a poco todo y convirtiendo la calle en un pequeño rÍo que se lleva con el mis pobres formas de trasmitir mis sentimientos.
¡Ay! Soledad que bien
te pusieron el nombre. Allí sentada en un rincón sin dejar que nada ni nadie
rompa la monotonía de los días, dejando escapar la vida en silencio constante,
dejando pasar un beso, una caricia, que ya no volverán. ¡Qué bien te pusieron
el nombre, Soledad!
Y la música de Smetana,
mi Patria, suena en este momento acompañando al día. El arroyo corre delante de
mí entre los bordillos de la calle. Pero a diferencia del Moldava, este río va
sucio, impregnado de grasas, aceites y restos de neumáticos. Aquí no vuelan las
garzas, ni siquiera las efímeras se atreven a aparecer.
Está triste el día y yo
me reflejo en él. Silencio solo roto por la música del río que va poco a poco
llegando a la llanura. Mis sentimientos vuelan de un estado
desesperado, Soledad, a momentos de dulzura viendo caer las gotas en el cristal
al compás de una deliciosa composición. Pero solo, Soledad, como tú en tu en tu
aislamiento. ¡Qué bien te pusieron el nombre!
Me estoy imponiendo
escribir. El teclado sigue duro y mis dedos rígidos. Pero por lo menos el
tiempo va pasando y con él las pesadillas y preocupaciones del diario quehacer.
Mi soledad es culpa exclusivamente mía, Soledad, pero podrías venir a sentarte
a mi lado y animarme. Claro que entonces tu nombre sería otro, Alegría, y no sé
si estas dispuesta a cambiarlo. Incluso no sé si cambiarte el nombre serviría
de algo.
Quizá debería de
pensar, Soledad, en esos maravillosos días que se visten de gala al atardecer
regalándonos esas maravillosas puestas de sol que incitan a la alegría. Quizás,
Soledad, debería volcarme en aquellos recuerdos y no en estas pesadillas que,
en este día lluvioso y gris, me acompañan más.
Me gustaría pedirte que
me acurrucases entre tus brazos; me encantaría entrelazar nuestras manos,
Soledad, y charlar animadamente contándonos nuestras penas y poniéndoles unas
burbujas para convertirlas en risas. Como cambian los pensamientos recordando
una puesta de sol… Pero hoy el día sigue gris. Esperemos que mañana luzca el
sol.
Sí, quiero que mañana
salga el sol y pueda ver su puesta maravillosa y que mi alma, Soledad, vuelva a
su ser. Si quiero el sol y sentirte, Soledad, notarte junto a mí en el ocaso.
Realmente quiero belleza a mí alrededor y en ella estás tú…….
Si, definitivamente
quiero pensar en esa puesta de sol.
Villanueva del Pardillo, 24 octubre 2016
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