Cuando he salido a paear esta tarde, el cielo presentaba una formacion de nubes que no presagiaban una puesta de sol genial. Pero con el cielo nunca se sabe y el sol a ultima hora de la tarde a ido desgajando las nubes y ha comenzado a colarse entre ellas, produciendo en el campo los contrastes de esas tardes en que unos rayos calidos, dorados tirando a rojo, iluminan y sus sombras apagan los alrededores.
Muchas veces, a lo largo del camino, cuando andas junto al arroyo, ahora en silencio por la falta de lluvias, y miras hacia el cielo, las ramas desnudas de los arboles de ribera tejen unos bordados maravillosos que destacan contra el gris y el azul tímido del cielo. Bordados increíbles a los que hay que mirar para disfrutarlos.
Incluso en las matas ya viejas que esperan las lluvias para fecundar de nuevo el suelo, la luz de la tarde, esa luz fría del invierno, da vida, color cálido y contraste a la naturaleza muerta que se resiste a morir definitivamente. El hinojo aguantara hasta que las nuevas matas comiencen a surgir y ya no quede ni la mas mínima semilla en su cáliz.
El sol se esta escondiendo. Los contrastes de luces y sombras son acusadísimos. Solo en las cumbres de Guadarrama, con rastros de nieves perezosas, la luz cálida aun ilumina. Quedan cinco minutos antes de que el astro rey se acueste definitivamente.
El sol ya no es visible. Solo se sabe que existe porque se dedica a pintar a las nubes, que los árboles, de las calles que miran a poniente, quieren adueñarse de él.
La hojas de un árbol despistado, que las mantiene a estas alturas del invierno, cierran el ciclo de la puesta de sol de hoy. El sol, demasiado cerca de América ya, se ha cansado de atravesar con sus rayos la atmosfera y los colores se pierden definitivamente para dar paso a la noche. ¡Corre, Coco, que se hace tarde!
Feliz día. Cuidaros
Antonio
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