La tarde está tranquila, no demasiado calurosa para un quince de julio. Da gusto caminar por el monte. Estoy en una zona despejada, pradera de hierba alta y pequeñas plantas aprovechando cualquier resquicio que las primeras dejan.
La luz del sol, como todas las tardes a la hora del paseo está cayendo. Salir antes es arriesgarse a un golpe de calor y la naturaleza con los calores veraniegos se esconde también.
Hoy los dos chinches que he encontrado, os los pongo al principio y final de la presentación, parecía que querían acoplar sus vestiduras con los tonos de las plantas en las que estaban. Daban la sensación que se habían engalanado para cualquier ceremonia.
Pasear por el campo, cuando este está tranquilo, es una delicia. Silencio, concentración en lo que te rodea y establecer lazos de admiración con todo ser, vegetal o animal, que aparece a tu alrededor. Son instantes. Situaciones. Sentimientos unas veces impulsivos, otras de pura contemplación. Y al final, cuando una pequeña mosca te ha asombrado por sus colores o situaciones y una mariposa se ha posado delante de ti en la flor que estabas observando, cuesta emprender el camino de retorno; normalmente son las sombras las que te echan.
Pero se vuelve a casa sosegado, tranquilo, deseando comunicar y compartir lo visto…
Os dejo las fotos que he elegido de esa tarde, espero que os gusten.
A la fiesta con los tonos precisos.
Los últimos rayos del sol iluminan a través de los árboles
Dormida, hace fresco para las fechas que estamos, se agarra a la paja con sus mandíbulas.
Las gramíneas salvajes están altas. Han soltado ya sus semillas y sus envolturas sirven para otros usos, como por ejemplo de vivienda...
Ha salido de noche. Le duele la cabeza y tiene los ojos turbios.
Parece un concurso de escalada. Hay que buscar buenas posiciones para hacer los capullos.
Con el traje de noche colocado va el chinche camino de la fiesta.
Sed felices.
Antonio
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