Hace unos años, mi amigo Julio, que en paz descanse, nos invito a pasar un fin de semana en Aldehuela, una pequeñísima aldea a los pies de la sierra de Caldereros en la provincia de Guadalajara, junto al resto de su familia.
Aquel fin de semana había que rellenar las tripas con los ingredientes correspondientes de la matanza: chorizos y morcillas y otros posibles condimentos se fueron realizando a lo largo del sábado y parte del domingo.
Los jamones, con dos grandes piedras encima y ahogados en una mar de sal gruesa se pusieron en la zona más fría de la casa para que comenzaran a curar.
Incluso yo durante un rato estuve embutiendo chorizos y longanizas.
Maravillosos días aquellos pasados en Aldehuela, pequeñísima aldea en las tierras altas cercanas a Molina de Aragón.
En un descanso, entre masa de chorizo y picadillo, mi amigo Julio me llevo a visitar la sierra de Caldereros y el castillo de Zafra que se estaba restaurando.
La sierra de Caldereros es la sierra más occidental del sistema Ibérico. Discurre durante dieciséis kilómetros de nordeste a sureste y sus aguas de la vertiente oeste van a parar al Atlántico por medio del Tajo.
Una sierra preciosa que por desgracia ha tenido hace poco un incendio.
En mitad de ella y en lo alto de un peñasco se alza el castillo de Zafra.
El lugar impresionante y de un silencio sobrecogedor, solo roto por el balido de las ovejas de un rebaño que en el valle pastaba y algún grito de una rapaz que por allí andaba de caza.
No pudimos entrar dentro del castillo al no estar su propietario en él, pero disfrutamos de un agradable y frío rato por aquellas cimas. Recuerdo el frío viento y los copos de nieve que de vez en cuando arrastraban unas nubes que por la noche descargaron una formidable tormenta.
Por cierto la sierra de Caldereros llega a tener casi mil quinientos metros sobre el nivel del mar en su pico más alto, pero como la meseta ahí está muy alta las lomas no parece que tengan esa altura.
Muy cerca el Alto Tajo nos brindó otro día sus vistas maravillosas con unas aguas turquesas que es una delicia verlas. Allí no ha llegado la contaminación.
Ni que decir tiene, que a la vuelta estaba preparada una maravillosa cena en la que no falto ni la caldereta de setas fantásticas, ni todas aquellas viandas que se preparan con parte de la matanza.
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