A veces a nuestro alrededor hay cosas pequeñas que nos pasan totalmente desapercibidas. A mí me había pasado con una planta bella, como casi todas, que junto a otros arbustos pasa desapercibida. En invierno, sus pequeños frutos resaltan como hojas secas que han dejado sus nervaduras al aire. Sus tonos cálidos, sus trasparencias y su pequeñez consiguen, cuando la descubres, hacerte ver un mundo maravilloso de tonalidades. Tonalidades que corren entre marrones más o menos fuertes, incluso dorados, dependiendo de la incidencia de la luz y del fondo fotografiado.
Tened presaente que estamos en invierno. Que no son flores maravillosas lo que vais a ver, sino los restos de unas flores o frutos de la temporada pasada.
Es cierto que todo está mirado a través de un objetivo macro disparando a unos veinte o treinta centímetros de la planta e incluso alguna está hecha con el teleobjetivo, pero siempre envolviendo el mundo pequeño de esas flores o frutos. Me queda la duda si lo que alguien del botánico me dijo que quizás fuesen frutos, y quizás, pienso yo, sean los resto de la flor fosilizados. Ya veremos.
Cuando llegue dentro de unos días la primavera y el arbusto florezca de nuevo habrá que estar atentos para salir de dudas.
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