martes, 25 de agosto de 2020

De la maquina de cajón a la luz


Buenas noches, buenos días, en este tiempo o en el tiempo futuro, como si este escrito navegase en una botella en mitad de un mar de extraños lugares plagados de ceros y de unos donde todo es o luz u oscuridad, pero donde ambas no se mezclan nunca…
Todo contrario a la idea que tengo de la luz y la oscuridad, pues pienso que la combinación de ambas nos llena la vida de matices y de colores, porque, al fin y al cabo, la vida no es otra cosa que percepción de luz y de oscuridad.
Si no eres capaz de sentirla, de notar el calor en tu rostro, mala señal: o vives encerrado en ti mismo o has dejado de existir.




La luz se descompone en colores y cada elemento del mundo donde vivimos está formado por partículas que absorben un tipo de luz y repelen otro, y ello es, al fin y al cabo, maravilloso pues nos da tonos distintos para que podamos disfrutar de nuestro entorno no solo en luz u oscuridad sino también en color.
La Biblia dice en el primer capítulo del Génesis: “… Y Dios dijo haya luz y luz hubo. Y vio Dios que la luz era buena y Dios  separó la luz de la tinieblas…”



Todas las mañanas, cuando me siento fuera en el jardín a desayunar en esta época veraniega, pienso que después de la creación del hombre lo más importante de la Creación es la luz. Y al observar como discurre con el tiempo las sombras delante de mis ojos, doy gracias porque al crear al hombre le diese la capacidad de sentir y apreciar esa luz, de tal forma que está reflejada desde el principio de los siglos en las cavernas y en los más maravillosos retratos de la historia.


Cuando estoy solo la observo. Miro a mi alrededor buscando sus matices y su no existencia, la oscuridad. Y la verdad es que veo en las sombras esa degradación que la luz va adquiriendo tras encontrase con un obstáculo.


Unas veces, la suavidad entre la luz y la sombra es suave, como si ambas quisieran acariciarse. Otras, por el contrario, es tan brusco el cambio que da la sensación que la pelea es inminente. Pero en ambos casos su alianza lo es todo.
La luz del amanecer, cálida y perezosa, hace avanzar las sombras lentamente, pero sin pausa, marcando un ritmo constante en el paso del tiempo, reloj increíble que no debería existir,  pero que día tras día nos marca las horas terriblemente.


Por eso, quizá de una forma exagerada, mis ojos y mis sentidos buscan esas formas a veces grotescas que dan el aliento de vida que es muchas veces necesario tomar para serenar unas dudas, calmar unas alegrías o despejar las tristezas.
Y cuando abro los ojos al despertar cada mañana y veo que entre las ranuras de la contraventana entrar la luz, pienso que de la Creación es el más maravilloso regalo que se nos ha hecho.



Un día, siendo muy niño, el día de la Primera Comunión, alguien puso una máquina de cajón en mis manos y me dijo: busca la luz. Es el mejor regalo que se me ha hecho nunca, me enseñó a observar lo que sucede a mi alrededor en cada instante, lo pequeño y lo grande, marcó una de las trayectorias de mi vida.
Y todas las mañanas me doy cuenta que sigo vivo…
Ver la luz y ser felices
Antonio