miércoles, 16 de diciembre de 2015

Un encuentro con mi amiga Empusa pennata.-

Hace un día precioso en la sierra madrileña. Ha pasado un poco del mediodía cuando comienzo mi paseo fotográfico entre los campos de santolinas silvestres, tomillos, jaras, rosales y zarzas en busca de un insecto: la Empusa pennata.



Si, es el primer sábado de diciembre de 2015. Otros años por estas fechas a 1200 msnm, podía haber caído alguna nevada, pero en este  parece que el otoño se alarga irremediablemente.
No hay movimiento de insectos. Si no hay insectos y veo pocas arañas, no habrá comida para las empusas.


Me adentro en una zona donde las santolinas alcanzan una altura respetable. Mientras me acerco a ellas voy pensando que soy un insensato por intentar encontrar un bicho que, aunque vive tres años, a estas alturas del año debe estar invernando.
Las empusas tienen la virtud de camuflarse perfectamente con el ambiente que las rodea. Puedes tenerla a 20 cm de ti y no verla porque parece una rama mas de la planta.


Me quedo quieto. Estoy observando una mata y de repente noto por el rabillo del ojo un ligero movimiento a mi derecha, casi imperceptible, pero algo se ha movido a un metro de donde estoy, en la planta de al lado.
Allí esta una ninfa de Empusa pennata mostrándose despreocupada como todas cuando las encuentras.


Dejo la maquina con el zoom en el suelo y me acerco con cuidado hasta la santolina silvestre que tengo a mi lado.
Como si fuese un malabarista inmerso en un mar de flores resecas, la Empusa, realiza unos cuantos movimientos en la mata y luego se me queda mirando como si quisiera hipnotizarme.


Esos enormes ojos rojos, que me recuerdan la mancha roja de Júpiter, me miran tranquilos. Quizás tiene ella el mismo interés por mí que yo por ella. De repente, como si yo no estuviese allí, encoge sus patas y comienza un rato de oración y concentración. Me quedo observándola. Me gusta observarlas.


Vuelvo a acercar la cámara lo más posible sin molestarla. Gira la cabeza hacia mí y extiende sus brazos para agarrarse a la santolina. 


Esa mirada inquisitiva, roja, me mira tranquilamente, advirtiéndome que no me acerque más.
Estoy con ella casi una hora observándola. Está claro que ha subido a calentarse con los rayos de sol. Mueve de vez en cuando la cabeza para observarme, pero está tomando el sol.


Me imagino que se alimentara de pequeñas larvas e insectos que encuentre en la parte baja de la planta. En los alrededores no he visto arañas, igual ha acabado con ellas, pero si alguna mariquita.


Nos miramos de cerca por última vez. Yo la miro a través del objetivo de la cámara, ella a con  esos ojazos jovianos imperturbables.


Me levanto del suelo, por cierto frio, y me alejo unos pasos. La Empusa pennata me ha dado la espalda y está en su posición favorita de caza: rezando.


Así la dejo, intentaré volver a verla mientras el frio no llegue, sino a lo mejor en primavera tenemos suerte y nos volvemos a encontrar.
Nada más por hoy.
Sed felices.

Antonio

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