Nació nuestro poeta
murciano, de Murcia capital, allá por el año mil ochocientos noventa en el seno
de una familia humanista dedicado su padre a la pintura paisajista y con
costumbrista.
Comenzó, Andrés
Sobrejano Alcayna, sus estudios de bachillerato en el seminario de
Murcia donde creció su educación humanista, pasando posteriormente a la
Universidad de Madrid donde estudió Filosofía y Letras, siendo alumno entre
otros de D. Ramón Menéndez Pidal.
Opto a las oposiciones
de Bibliotecario y después de una estancia en Granada consiguió el traslado
definitivo a Murcia donde aparte de encargarse de la biblioteca fue profesor de
distintas asignaturas en la universidad, llegando a ser Secretario de la
Facultad de Filosofía y Letras.
Arqueólogo, interesado
por todo aquello que creciese humanísticamente a su alrededor comenzó a
escribir poesía y a editarla en revistas y periódicos de Murcia como La Verdad
y Sudeste.
Solo editó un libro de
poesía titulado Sombra y vislumbre, el cual recibió el premio Polo de Medina en
1959.
La poesía de Andrés
Sobrejano es ante todo humana, con una lirica preciosa y profunda y a
la vez postmodernista.
Murió en Murcia en mil
novecientos sesenta y nueve y alguno de sus alumnos escribió estas palabras:
“Erudito, poeta, profesor, periodista, alerta y sensible a cuanto
representa arte, belleza, espíritu. Defensor apasionado de la mejor tradición
humanística murciana. Su cortesía, su nunca apagado interés por las
manifestaciones, tan variadas, del arte y de la cultura en Murcia. Su admirable
formación clásica, su rico verbo poético, su trato amable, su fino sentido del
humor, contribuían a perfilar una figura que ha quedado como inolvidable para
cuantos disfrutaron de la amistad y el saber de D. Andrés” (Texto copiado
de un artículo de D. Francisco Javier Diez de Revenga, de un escrito en la
revista Tonos. Nº XIII)S
Os dejo un poema
religioso escrito en serventesios, titulado Ante tu retrato.
ANTE
TU RETRATO
Desde
un rasgado ventanal del cielo,
envuelta
en el cendal de la pureza,
mirando
compasiva hacia este suelo
inclinas
la seráfica cabeza.
Hay
en tu faz inmaculada un brillo
eterno,
un suave resplandor de gloria,
lo
ideal de Rafael o de Murillo,
que
excede a la belleza transitoria.
Como
ya han visto a Dios, tienen tus ojos
una
dulce y beatifica apariencia;
y
por eso, aunque miran sin enojos,
miran
con una triste indiferencia…
Tu
cabello, melena de un querube
semeja,
y, rodeada de alba veste,
como
rayo de luna entre una nube,
finges
visión de paz blanca y celeste.
--o0o--
Nada mas por hoy.
Sed felices.
Antonio
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