Estamos en otoño.
Ultimas horas de luz de un sol que busca un horizonte de
casetones de ascensor, antenas y chimeneas sucias.
Sus rayos caen potentes y a la vez suaves sobre las hojas de
los arboles del Jardín Botánico.
Los contrastes de sombras y luces se reproducen constantemente
en muchos lugares de esta maravilla enclavada en pleno centro de Madrid.
Me encanta experimentar con las luces y las sombras de las
tardes otoñales.
No es la primera entrada que monto con este mismo tema, pero
todas son diferentes.
Cada día, por no decir cada instante, aporta un tono mas o
menos suave de luz a ciertas horas de la tarde otoñal.
Compiten en competencia desleal la luz y la sombra. El
problema es que la sombra existe siempre, la luz solo medio día.
Experimento una sensación de plenitud mientras voy
fotografiando las hojas de los distintos árboles. Me gustaría saber transmitir
esos impulsos que, a través del ocular de mi maquina, aparecen en mi cerebro. El
cerebro recicla, el corazón siente.
Hay alegría en esos contrastes.
No voy buscando una guerra entre luz y sombra, no. Voy
buscando y encuentro una coordinación maravillosa entre ambas.
Hay alegría en ellas ¿O no?
Juzgad vosotros mismos.
Ha llegado el momento en que los árboles han de tomar la decisión de desnudarse y quedar ateridos durante los meses de frío. Pero este año, en Madrid, las hojas tienen una lenta y perezosa caída; no quieren perder de vista el verano que ya se ha acabado
Sed felices.
Antonio
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