Silencio, todo es
silencio a mi alrededor. Solo, con una monotonía aplastante, el ventilador del
ordenador me recuerda que comparte conmigo la soledad.
Quizás los jueves, después
de haber estado con mi madre, percibo mas esa sensación de soledad que, ella,
aunque estemos a su lado, debe sentir en los momentos que su oído de 98 años
decide no escuchar.
Quizás, por no haber
podido tomar una taza de té se acrecienta en mi ese sentimiento. Silencio en el
jardín esperando una llamada que dijese: ¡Ven a tomar un té! Un simple té y una
conversación pueden cambiar el estado de ánimo, elevarla moral y hacerte ver
las cosas de otra manera.
Entiendo las angustias
de las personas que viven solos porque la vida les ha quitado o negado la compañía.
El silencio perenne, la sordera total tiene que angustiar de forma increíble.
Una taza de té. O dos
si hace falta. Lo importante es romper ese vacío que crea el estar solo. El
hombre es un animal social al que, salvo raras excepciones, necesita de la compañía,
del cariño.
¿A qué viene todo esto?
Pues a una taza de té que no he podido tomarme hoy y a una flor que fotografié
sola en mitad de un prado que me recordó la soledad mía y la de los demás y decidí
en ese momento llamarle Soledad.
Con ella, con Soledad, os dejo.
Sed felices, comunicaros,
vivid.
Antonio
Leyendo estas reflexiones, se mitiga la soledad. Un abrazo.
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