Avanzo tranquilamente
por la c
alle Boticas, haciendo tiempo, en una preciosa mañana del mes de marzo
en la bella ciudad de Aranda de Duero.
De repente ante mí, aparece
un templo, gótico isabelino, mandado construir por los Reyes Católicos y
terminado ya en el reinado de du hija Juana, mal llamada la Loca, y de Felipe
el Hermoso: es Santa María la Real de Aranda de Duero.
Introducirme a
describir de forma profesional la fachada, sería por mi parte una tremenda
imprudencia habiendo personas doctoradas en Historia del Arte que lo harán muchísimo
mejor que yo.
Este escrito no es una
lección de Historia del Arte, ni muchísimos menos, es la expresión de
sentimientos y contradicciones que me supuso la visión de esta magnífica
fachada. Solo nombraré escuetamente a sus arquitectos y escultores.
El arquitecto que
diseño esta joya se cree que fue Juan Guas, aunque la autenticidad de ello está
por demostrar. Fuese quien fuese, realizo una obra increíble que hay que
visitar.
Cuenta con tres naves
en planta de cruz latina y se cree que estaba terminada hacia el año mil
quinientos, es decir cuatro años antes de que muriese la reina católica, pero
le faltaba su portada, que financió la misma reina. En la fachada figura el escudo de Dª Juana porque se termino en su reinado
Con buen tiempo es una
delicia sentarse en el bar que hay frente a la iglesia y con una cervecita observar tranquilamente la belleza de cada
uno de sus relieves y tablas. Y si estás en buena y simpática compañía, aun más.
Yo dividiría la portada
en cuatro partes fundamentales:
Una sería la que
sostiene los signos de la realeza que intervino durante su construcción.
Otra, aquella que
incrustada entre cada una de las dovelas que abrazan a la puerta representas a
santos y santas de la iglesia, con una imagen central de la Virgen amamantando
al Niño.
Por último una parte
compuesta de tres zonas que describen distintos hechos de la vida de Cristo en dos
momentos distintos:
1.- Representación
encima de la puerta de tres momentos claves de la Pasión.
2.- Las esculturas a
media altura que representan su nacimiento y la adoración de los magos.
3.- Escenas de a pasión
grabadas en las hojas de sus puertas.
La fachada fue
construida y diseñada por Simón de Colonia. Majestuosa, limpia, bien
esquematizada.
Hoy voy a narraros mis
sentimientos al observar el primer apartado. Otro día, os expondré las otras
dos zonas, Esta entrada no es una lección de arte, no, es apoyándose en el arte
una trasmisión de pensamientos y sentimientos. ¡Vamos allá!
Los ojos recorren la
arriba abajo la fachada. Una sensación de alegría y tristeza se entrecruzan.
Hay emociones que recorren mente y corazón ante tanta grandeza, ante tanto sacrificio…ante
la representación de un Dios hecho hombre y como hombre, sufriendo, como uno mas,
como un reo cualquiera condenado a muerte.
Encima de las dovelas
que forman cada arco que enmarcan la puerta de acceso al templo, existen tres
bajorrelieves que representan los tres últimos días de la Pasión de Cristo;
tres días de angustia para terminar en un estado de éxtasis y de gloria.
Mirando a la fachada a
la izquierda
A cuestas con su cruz,
Jesús avanza camino del Golgota. La Verónica observa su andar ensangrentado,
mientras intenta enseñarle su rostro marcado en el trapo, con el que le ha
limpiado la cara, con la esperanza que obre uno de sus milagros; el que va a
ser crucificado, Cristo, no la mira, no quiere ni ver su sufrimiento ni tener
la tentación de escapar de él; gira su rostro mirando al mundo, diciéndole al
mundo el sacrificio que está haciendo por él.
Bastante dolor está soportando ya,
después de haber sido azotado, coronado de espinas y ahora cargando con una
cruz que es superior a su poder celestial. Si, su poder celestial le ha sido
retirado durante tres días. Los milagros no sirven para él. Vuelve a sentir a
Satanás tentándole a abandonarse, a perdonarle la vida, como aquella vez en el
lejano desierto israelita.
Sigue caminando ayudado
por el Cirineo que, vestido por otro Simón, Simón de Colonia, parece mas un
soldado romano sin casco que otra cosa. El Cirineo, carga con parte de la
pesada cruz; carga como Cristo con un madero que no es otra cosa que los
pecados que los hombre hicimos, hacemos y seguiremos haciendo, porque ¿para qué
vamos a dejar de pecar si El muere constantemente y repetidamente por esos
pecados que cometemos? La sangre que resbala de su cabeza empapa el madero y
hace más difícil su arrastre. Ya ha caído antes, y volverá a caer, pero ni el
pueblo que vocifera y le observa, ni los soldados romanos le dejaran que muera
sin ser clavado. Un soldado romano tirá de él con una cuerda ayudándole a
avanzar, no quiere que llegue muerto a su destino, él con su martillo cogido a
su cintura es el encargado de crucificarle
Y una trompeta va
anunciando el sacrificio supremo que se acerca, como si de un juego circense se
tratase. Juego es para muchos; un deber de cumplir con la ley para otros, un
terrible dolor agónico para su madre que no le pierde de vista. Un ignorante carga su peso sobre la cruz, como
¿si quisiera cargar sobre el madero también sus pecados? No, somos uno de
nosotros descargando el peso del pecado sobre el madero; su hombro deshecho por
el roce sangra y le mancha la túnica ya de por si ensangrentada. La cara del
personaje infunde una sensación terrible de odio. El camino de la muerte sigue
lentamente hasta un lugar llamado Calvario. Y ante tanto sufrimiento surgen mil
preguntas que siempre llevan una interrogante ¿Por qué o para qué?
Mirando a la fachada al
centro.-
Mis ojos corren al
medallón central.
Allí encuentro con la
Pasión en su momento culminante, en la consumación del acto para la que fue
diseñada. Cristo acaba de morir clavado entre hierros sin ningún tipo de pudor.
Los romanos sabían perfectamente donde tenían que colocar cada clavo y lo hacen
con una maestría sensacional. Y después de unas horas en la cruz, todo ha
terminado. ¿Todo? No, nada ha terminado, todo está a punto de comenzar. Una
nueva religión está colocando sus fundamentos a los pies de una cruz. La piedra
está ausente, ha corrido a esconderse, pero la cimentación está echada. Es
cuestión de tiempo que vaya extendiéndose por el mundo.
Un ángel acerca el cáliz a su costado para
recoger hasta la última gota de su sangre vertida, de esa sangre que el
Evangelio dice que es por nosotros. Cada vez que le veo crucificado, aquí en el
medallón o en cualquier otra representación, me pregunto siempre lo mismo ¿Valía
la pena tanto dolor, tanta vida para perdonarnos? ¿No hubiese sido mejor que,
ese hombre-dios, hubiese vivido para con uno de sus milagros cambiarnos y hacer
a la humanidad distinta? Si hubiese vivido y su gran milagro hubiese sido modificarnos
¿hablaríamos de guerras, de bombas, de colonización, de hambre, en fin de
miseria…?
Allí clavado, con los
ojos ya cerrados ,no puede observar a su madre arrodillada a sus pies; ella no
comprende aun la grandeza del sacrificio, No entiende que su hijo, anunciado a través
de los ángeles y sin haber conocido varón, siendo destinado a ser rey, este, como
un maleante mas, clavado en una cruz. Recuerda
tantos momentos pasados con él; besos, regañinas..y aquellos días en que
comienza a separarse de ella,,, ¿Por qué? se sigue preguntando, ¿Por qué? me
pregunto yo, dos mil años después.
El que fue capaz de resucitar a Lázaro,
sigue ahí inerte, expulsando sangre y agua, que recoge un ángel, dejando sufrir
a su madre. ¿Tiene lógica? ¿Por qué un Dios es capaz de realizar un acto como
este para redimirnos los pecados? Es una pregunta que todos los días me sigo
haciendo; hay tanta crueldad en la Redención que tiemblo de miedo pensando que
me tengo que enfrentar a él en el momento final, Si fue capaz de hacer eso con
su hijo por un pecado ¿Qué nos hará a
nosotros por nuestras innumerables faltas?
Y a su lado, aunque
representadas de pie, María Magdalena y otra de las mujeres angustiadas, lloran
la pérdida de su ser mas amado. ¿Qué hacen dos mujeres a su lado, si no son de
su familia? Cuanto se ha hablado de María Magdalena, cuanto se ha montado a su
alrededor ¿Y por qúe no? Había un hombre en ese Dios y sería lógico que, como
hombre, tuviese los mismos sentimientos y pasiones que nosotros. Si no ¿no
habría una falsedad en el Dios hecho hombre? María Magdalena es la gran
incógnita que queda pendiente de resolver, tanto en mis pensamientos, como en
la misma Iglesia.
Juan, mas apartado del
grupo, lleva en su mano izquierda la bolsa de los ungüentos. Y mira horrorizado
a su hermano que ya no respira. Es el único de los doce que está presente.
¿Quién era Juan? ¿Un apóstol normal como los otros, un personaje elegido al
azar para que se cumpliese un futuro? ¿O un hermano de carne y hueso? Si, un
hermano de carne y hueso, que hubiera podido escuchar su saber divino durante
toda su existencia . Y está allí, horrorizado, sabiendo que a él le puede
suceder lo mismo. Sentimientos de dolor y de miedo se entremezclan.
Mirando a la fachada a
la derecha.-
Giro lentamente mis
ojos hacia la derecha. Un nuevo relieve me descubre el tercer y último día de
la pasión. Pero en este caso el hombre vuelve a ser Dios y está vivo. Ha
resucitado entre los muertos y se eleva glorioso ante los soldados que
custodian su tumba. La muerte ha dado de nuevo paso a la vida como si un ciclo
natural se cumpliese, pero de natural no tiene nada. En eso también se
diferencia el Hombre-Dios, del hombre mortal que puebla el planeta Tierra.
Los soldados miran
asombrados. Unos hablan con otros. No se creen lo que están viendo; tienen la
suerte de presenciar una resurrección increíble, inimaginable para ellos y que
nos hace dudar a muchos de nosotros dos mil años después, El Cristo resucitado
se muestra aquí erguido, radiante y fuerte, como si nada de lo que pasó tres
días atrás hubiese sucedido.
Los soldados no
reaccionan. Lo raro es que no salieran corriendo despavoridos, sabiendo cómo
eran de supersticiosos en aquellas épocas, pero dormían. ¿Cómo explicarían a
Poncio y a los sacerdotes del Sanedrín que el hombre había resucitado? Quizá
callaron y prefirieron que aquello pasase desapercibido. A fin de cuentas ¿Qué
importancia tenía vigilar la tumba de un reo muerto?
Y como no, allí están
las mujeres que presencian el hecho. Y entre ellas seguro que la madre y María
Magdalena. Había demasiado en común entre ellos para que María y la Magdalena
no estuvieran allí para rezar ante la tumba. ¿Nos lo han robado? No, ha
cumplido su palabra. Esta de nuevo vivo. Ya no sirve de nada los ungüentos que
llevan en la mano. ¡Qué torbellino de pasiones se producirían en las cabezas y
en las mentes de aquellas mujeres! Si pensándolo yo, tanto tiempo después, mi
cerebro duda y lucha, que cantidad de contradicciones no habrán discurrido por
aquellos corazones y mentes femeninos. Pero allí están las tres, y Simón de
Colonia lo refleja, como las únicas seguidoras del Maestro que tienen ese
privilegio. ¡Que deshonor para aquellos hombres que pensaban que la mujer
estaba muy por debajo de ellos! Por eso no las creen al principio.
El tercer acto ha
terminado. Los actores han cumplido cada uno su cometido, hasta Judas
Sed felices
Antonio
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