miércoles, 16 de septiembre de 2015

Otra vez los escaramujos o tapaculos: llega el otoño.-

Estoy paseando en solitario por las orillas del pantano, porque quien conmigo debía estar, no está.

Rosal silvestre y las aguas de La Jarosa detrás.
 
Pero es cierto que me gusta la soledad del campo que ayuda a recordar, imaginar, amar en solitario, observar, investigar y fotografiar, sin interrupciones, sin contextos no apropiados para el momento.

Escaramujo en el que se pueden apreciar aun los restos de los estambres de la flor.

También es cierto que cuando el paseo se hace en buena compañía, otra clase de paseo, también resulta tan fantástico como este.
Llegan los primeros avisos del cambio de estación, que quiere abrirse camino a través de los últimos días del verano, con el primer temporal en las costas y lluvias generalizadas en la Península. Pero es solo un ensayo de lo que a partir de ahora la naturaleza nos prepara, justo, cuando el sol está a punto de llegar al equinoccio de otoño.
La naturaleza viene preparándose para ello desde hace ya unas fechas.

Las gramíneas y cañizos practicamente secos en las últimas luces del día.

Las flores han dejado paso a los frutos la mayoría ya maduros , algunas malvas crecen desesperadas entre las hierbas secas, y los colores múltiples de las flores quedan relegados a tonos más fuertes que van desde los rojos de los escaramujos a los intensos negros de las moras.

Las malvas entre los pastos secos.


Los frutos de las zarzas, las moras, dan colorido y sabor al paisaje.

Los espinos, que vemos por los campos, que no son otra cosa que rosales silvestres, normalmente productores de la rosa mosqueta, han dejado caer de sus flores los pétalos y a cambio nos ofrecen el color mucho más fuerte de sus frutos, los escaramujos, los cuales se conocen en muchos lugares de la geografía española como tapaculos.


Una rosa mosqueta con sus cinco petalos.

Las flores del rosal silvestre, tienen cinco pétalos y sus colores pueden variar del blanco al rosa suave o rosado, como la foto que veis aquí encima. Florecen una vez al año, no como muchos rosales cultivados que dan flores constantemente, y de esas flores salen, una vez polinizadas, los maravillosos escaramujos.


Durante muchos meses los tapaculos estarán ahí vistiendo de colores rojos y naranjas el bosque y las praderas donde nacen estos maravillosos rosales de tallo fino y espinas punzantes.
Cae la tarde de un día del mes de septiembre. El sol ya muy bajo proyecta tonos cálidos en los prados guadarrameños cercanos a la presa de la Jarosa. Pequeños prados entre el bosque de pinos y las aguas del pantano.
Cañizos, zarzas, rosales silvestres y árboles de ribera se disputan un lugar donde aposentarse y le dan al paisaje un bello contraste entre ellos, los pinares y las altas montañas que les rodean.

Rosal silvestre en medio de la pradera.

Y en mitad de la pradera nuestro rosal silvestre, el rosal de todos los años, nos muestra sus bellos escaramujos.

Los tallos finos, bien protegidos, del rosal silvestre.

El escaramujo es un fruto. Un fruto bello, pequeño, al que muchas veces ni se mira, que viene midiendo entre 1 y 2 centímetros. En su cabeza, como recuerdo que antes fue flor quedan los estambres como un recuerdo de ella.
Vistos de cerca, estos frutos, son preciosos. De uno en uno o en grupos, como fueron los ramilletes de rosas, se nos presentan a la vista luciendo todo su esplendor en estas fechas de final de verano. En su interior, madurando a lo largo de muchos meses, las semillas de un posible futuro rosal, esperando que llegue el momento que, el escaramujo, abra su interior al aire para que estas puedan salir.


Las semillas pueden o bien caer a tierra o ser comidas por distinto animales que las transportaran diversos lugares, para que con el tiempo vuelvan a deleitarnos con sus hermosos colores de primavera verano. 


Cae la tarde en un rápido ocaso que obliga de alguna forma a volver a casa. 


Los rosales silvestres quedaran para el año que viene. Pero sus esqueletos, altivos y fuertes, permanecerán en las praderas de La Jarosa esperando que llegue la primavera.


Por hoy, nada más. Pero cuando salgáis al campo y veáis un espino con flores blancas o rosadas y cinco pétalos, recordad que estáis ante un rosal silvestre.
Sed felices.
Antonio

(Las fotografías son de septiembre de 2015)

No hay comentarios:

Publicar un comentario