LA TAZA DE TE.-
La tarde está
tranquila. Corre una ligera brisa. El cielo parece mal hecho. Nubes altas y
bajas tapan cada una a su antojo el viejo sol de invierno. Ya le queda menos a
este sol para que de nuevo sonría como un niño cuando llegue la primavera.
Y yo sonreiré también
cuando sepa que al salir al campo los bichines vuelvan a volar a mi alrededor,
enseñándome toda la belleza que la Naturaleza encierra en esas pequeñas cositas
de seis patas.
Pero aun quedan unos
días y eso que las temperaturas hoy durante la mañana y la tarde han sido ya
cuasi de primavera.
La verdad es que la
soledad en estos días de cambio no ayuda. Salir a dar un paseo solo, hay veces
que es genial, otras por el contrario es
un lastre que te vuelve rápidamente a casa.
Eso me ha pasado hoy,
he bajado a por té al pueblo y ya estoy de nuevo en mi escritorio mirando de
soslayo hacia la puesta de sol que dentro de poco quizá se decida a ser bonita.
Si así es puede ser un espectáculo grandioso entre tantas nubes, pero puede
resultar ser una gran decepción.
A las seis y media,
antes de que el sol baje al horizonte, después de su jornada laboral, un te
reconfortara algo el ánimo, aunque sea solo un poquito.
Me encantaría tomarlo
acompañado, pero no puede ser. El té, esa tradición que nos trajeron de allende
el mar y los desiertos, es una fuente de inspiración, de relax, de degustación
de dulces, de charlas a veces insustanciales y otras por el contrario llenas de
una fantástica sensación de plenitud y alegría.
El té, el de las cinco
para los británicos, el de cualquier hora para nosotros, es un mágico elixir
del que se han conseguido infinidad de variaciones a base de aditivos distintos
que le dan un toque sensacional y distinto.
Unos elevan el ego,
otros excitan, otros ayudan a la caricia, otros por el contrario relajan y
algunos aportan sabores de hierbas y productos que quizás solos no te
atreverías a usar.
Pero hay una cosa
fantástica en dos tazas de té y no es otra que la complicidad en saber que se
hace gustosamente, que obliga a compartir un tiempo delicioso alrededor de
ellas. Si no estás a gusto, no vas tomar
el té. El té requiere pausa, tranquilidad, sosiego, relax en fin. Y es agradable compartir esos momentos. ¿Estáis
de acuerdo conmigo?
Hay veces que no se
puede compartir la taza, pero se puede pensar que la estas compartiendo; y es
en esos momentos de soledad es cuando echas en falta la compañía en la otra
taza vacía.
Os dejo, se me va a
enfriar demasiado la taza y lo único que no se puede hacer con un te, es
meterlo en el microondas y recalentarlo.
Lo que sí es cierto es que
mirar una puesta de sol solo es como tomar la taza de té solo; unas veces
apetece y otras entristece,
Pero siempre mirar al
cielo trae algún momento positivo de reflexión.
Sed felices.
P.D. La puesta de sol no
ha sido gran cosa, pero os dejos un par de fotos.
Todas las fotos son de esta tarde
Todas las fotos son de esta tarde
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