Nace nuestro poeta en
mil novecientos diez en la población de Alcañices, provincia de Zamora, hijo de padre
jurista y poeta.
Aprende de su mentor
tanto el gusto por las leyes como por la poesía, ya que este le introduce en la
confección, si así puede decirse, de versos y poemas.
Practica la poesía desde
muy joven y publica sus primeros poemas en mil novecientos ventiseis.
Se traslada la familia a Valencia donde Rafael
de Balbín Lucas terminará su carrera de Derecho y posteriormente en
Zaragoza, empujado por sus deseos de aprender más todo aquello relacionado con
la Literatura Española, realiza la carrera de Filosofía y Letras en Zaragoza.
En el año 1935 era
profesor de Lengua en el Instituto San Isidro de Madrid.
Combina sus labores
docentes con la preparación de oposiciones a cátedra y a preparar su tesis doctoral,
la cual aprobara con Premio Extraordinario en la Universidad de Madrid.
Investigador nato,
realizo trabajos sobre Cervantes, Pantaleón de Ribera y especialmente sobre
Gustavo Adolfo Bequer.
Ocupo altos cargos en
distintos estamentos públicos españoles, entre ellos el Instituto Cervantes del
que fue director.
Su poesía es rica en
temas, intima, incluso a veces excesivamente religiosa, pero siempre bella y
quizá algo tímida.
Entre otras obras
tenemos:
Romances de Cruzada,
Sonetos del hijo Sacerdote, Cinco poemas, En busca de la mañana etc, sin olvidar también
sus ensayos sobre temas de literatura.
Murió Rafael de Balbín Lucas en Madrid en mil
novecientos setenta y ocho.
Os he elegido un poema
titulado Lluvia.
LLUVIA
Como
un campo maduro,
crece
la lluvia estremecida y clara;
grandes,
puras,
llenan
la tarde sus espigas de agua.
Alto
y ensombrecido,
el
aire de ceniza y plata,
cautivo
en los castaños de oro,
deja
mojarse las espesas alas.
Y
las crecidas gotas lentas
por
los negros perales calan,
como
un enjambre denso,
de
punzantes abejas cándidas
que
su menuda voz oscura
en
la delgada hierba apagan.
En
los umbrales grises del otoño,
la
tierra sedienta y ancha
ha
sentido cuajarse el pecho
de
húmeda sangre, fuerte y blanca.
¡Como
se adensan los maíces
y
se hacen grandes las manzanas,
con
la delicia fresca
de
la lluvia tardía y mansa!
Agua
de Dios, alegre y viva,
está
cayendo en mi desierta entraña.
Con
lento paso silencioso
mi
corazón, endurecido, calla.
¿Cuánto
echará el Amor renuevos
en
el ramaje seco de mi alma?
--o0o--
Nada mas por hoy. Espero que os haya gustado.
Sed felices.
Antonio
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