Despacio, como si el
tiempo no quisieran que pasase, van caminando. Muy despacio. Más despacio aun.
Es el suelo el que se mueve, lentamente, muy lentamente.
Pasan demasiado deprisa
los minutos, los instantes. Quisieran frenar el tiempo, no pueden.
Cuantas cosas quisieran
decirse el uno al otro y saben que no pueden. Se quedan en la boca frases
maravillosas que serian pecado en esos instantes. Un te quiero, o te deseo, que
son incapaces de salir de la garganta.
Y seguirá pasando el
tiempo, un tiempo increíblemente corto, bajo la sombra de los árboles del
parque.
Un pequeño banco de
piedra detiene el cansino caminar. Hay consejos, suplicas, pero el deseo se
guarda en un rincón del corazón destrozado. ¡Cómo pasa el tiempo!
Las sombras de los
altos árboles cada vez se alargan más. Las flores han pasado de un brillante
luminoso a un tono uniforme y sereno.
Mirar a los ojos
La tarde pasa inexorablemente
y comienza a apagarse el día. Una lágrima
que no quiere salir del ojo lo enrojece. Una mirada que dice todo y no puede
decir nada.
El paseo comienza de
nuevo. Ambos quieren hacerlo lo más largo posible; detienen sus andar, lo reducen al mínimo paso posible.
¡Siguen hasta la siguiente parada de autobús! Y a la otra, y luego a otra más.
Pero el reloj pasa más rápido que sus deseos y el maldito transporte llega
antes de lo esperado. ¿Vas a cogerlo? Si, debo cogerlo…
Un beso fugaz, que
ambos quisieran que fuese otro beso y un adiós. Unas miradas que se pierden en
una despedida infinita, mientras uno anda a un lado de la marquesina y el otro
al otro lado.
Era el paseo de dos
corazones que no pueden decirse te quiero…
--o0o--
Sed felices, lo demás no importa.
Antonio
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