Otro instante de
belleza sin compartir. Silencio ante el ocaso que comienza poco a poco a
dibujarse en el horizonte.
Que distinta la luz de última
hora de la tarde de aquella otra impetuosa que ilumina las flores y los
insectos de mi mundo, Soledad, un mundo de belleza que me encantaría compartir
contigo y no puedo.
Puedo fotografiar
flores, insectos y puestas de sol, pero si no te puedo fotografiar a ti, qué
importancia tiene el resto.
No, no me preguntes
como se llaman; ¡que mas da!
Hay belleza en ellas
como la hay en ti.
La tarde va avanzando más
deprisa de lo que yo quisiera, como avanza la vida rauda hacia su destino final.
El sol se ha colado detrás del montículo lleno
de encinas, como lo hace cada día, buscando su descanso, como yo te busco a ti.
El encuentra su sitio, yo no.
Por detrás,
ruidosos como siempre, pasan siete u ocho gorriones que van en busca de su
techo. ¡Como me gustaría tener un techo contigo, Soledad!
Pasan y pasan los días,
como pasan las puestas de sol y sigues sin aparecer.
Sigo esperando.
Nunca he perdido la esperanza de que contemples una puesta de sol junto a mí.
Se feliz, Soledad; para mi eso si es importante.
Antonio
Se feliz, Soledad; para mi eso si es importante.
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