miércoles, 4 de octubre de 2017

El nido de los herrerillos.-

Era un jueves, como muchos otros del año, que me encontraba acompañando a mi madre en Guadarrama.


La temperatura ya alta pronosticaba una primavera preciosa. Los animales se emparejaban en aquel momento. Es la época de la bonanza y el momento para sacar adelante a una nueva generación.
Estábamos mi madre y yo ese día de abril de 2016 tomando el sol tranquilamente en el jardín.


De repente dos herrerillos, un macho y una hembra, comenzaron a saltar de rama en rama. Incluso el macho llego a acercarse a donde estábamos colocándose sobre la cuerda vieja de tender.


Difícilmente podía fotografiarlos. No paraban de saltar.
El macho tiene el penacho mucho más azul y su franja negra alrededor del cuello es más ancha.
Comenzaron a recorrer los arboles hasta que llegaron a uno de los grandes chopos del lindero, junto a un nutrido grupo de castaños.


Y para mi sorpresa comenzaron a examinar un hueco que había en el tronco.
Primero se acerco el macho. Miró en su interior.
Voló de nuevo junto a la hembra y esta se acerco al hueco.


Lo observó.
Miró en su interior.


Y entró en lo que sería su nuevo hogar y allí se tumbó y miró hacia el exterior. 



Habían encontrado un lugar donde anidar.


El macho se fue a un castaño contiguo y se esponjo, feliz de su cometido.
De allí saldría una nueva familia de herrerillos.
Vi salir en los días siguientes alguna vez a la hembra y al macho merodear por los alrededores.


Decidí no acercarme al chopo hasta que pasasen unos días para no molestarlos.
Cuando volví, pasados bastantes días, ni rastro de los herrerillos.
Se habían ido. Quizás el año que viene volveré a ver alguno ocupando el mismo nido.
Sed felices

Antonio  

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