Observo a los pequeños
pulgones encima de un pétalo de una rosa. Su tamaño es increíblemente pequeño,
un milímetro y medio de cuerpo, y en su interior, como en el nuestro, bulle una
vida increíble.
Infinitamente mas
pequeño es el mundo que existe detrás de ellos, pero ahí ni mis ojos ni mis
cámaras son capaces de llegar a un.
Y ese infinito mundo
pequeño es mi punto de partida para llegar a comprender un espacio inmenso que
me rodea. Porque si comprendemos lo pequeño veremos de forma totalmente
distinta lo grande.
Aquí comenzamos el
viaje con estos dos pequeños pulgones que increíblemente tienen sus aparatos
bucales clavados en el pétalo de la rosa y le están extrayendo el jugo de la
vida.
Esos escasos
centímetros del pétalo es el universo del pulgón, un universo lleno de color,
luz y olor.
De repente el mundo
crece.
En otro pétalo, en otra
rosa, una pequeña crisopa, de algo mas de un centímetro nos muestra un mundo de
vida, lleno de vida, que va creciendo. Ya no es los escasos milímetros que
ocupa el pulgón, no, ahora la crisopa ocupa casi por completo una buena parte
del pétalo de la rosa y su universo es muchísimo mayor y será capaz de
extenderlo y aumentarlo.
Vamos observando poco a
poco el mundo que nos rodea y esos pequeños universos que se nos van apareciendo, nos enseñan que todo lo que
nos rodea es relativo y a la ves forma un solo espacio.
La realidad de cada
mundo nos vendrá dimensionada no por lo que seamos capaz de medir, si no por
cada universo que seamos capaces de comprender.
El conjunto de los pétalos
le dan la forma a la flor. Y la rosa es ya una estrella en un universo de
flores en que cada sol tiene sus propios habitantes. Cada individuo será capaz
de alimentar, mientras viva, a pequeños seres que compartirán su entorno, unas
veces en perfecta armonía y otras combatiendo para comer. Es una de las leyes
que se aprende en los universos, ya sean grandes o pequeños, incluido el
nuestro propio.
Qué grande es el micro espacio
en el que vivimos. Está formado por una enorme inmensidad de soles y formas
distintas que nos acompañan, que están orbitando a nuestro alrededor y que para
llegar a ellos solo hay que abrir los ojos y dejar que su luz, su forma y sus
aromas lleguen a nosotros.
Y así, de un sol solo,
pasamos a una galaxia llena de hermosas flores que nos contemplan.
Fijaros en la galaxia
de rosas que forman todas ellas juntas. Un conjunto nuevo está llegando a
nuestros ojos. Un universo formado por infinidad de galaxias, unas mayores que
otras comienzan a rodearnos. Y su belleza ha partido de la contemplación de un
pequeño insecto que la mayoría de los humanos somos incapaces de contemplar. Y así
una tras otra las galaxias van expandiéndose para formar distintos universos.
Universos que se
complican y crecen cada vez más, y aun no hemos salido de nuestro pequeño
mundo. Los rosales han dejado paso a los árboles que con sus hojas y sus frutos
forman un espacio infinitamente mayor y que empequeñece el nuestro propio.
Crecen los arboles unas
veces puestos por la mano del hombre intentando crear un universo ordenado, con
galaxias cuadriculadas, mientras que la propia Naturaleza en un orden
desordenado alinea a sus especímenes contando con el azar, pero acompañada
siempre por las propias leyes que han regido desde la creación de los mundos.
Y de repente, ese
universo que comenzaba a expandirse, se amplía maravillosamente con la imagen
de unas tierras inmensas en las que miles de millones de distintos seres que
formamos la Creación, nos movemos.
Ya no es cuestión de
pequeñas galaxias, no, la galaxia terrestre se nos abre en plenitud, con sus
seres vivos y sus seres dormidos, y de ella vivimos todos de los que todos sacamos
provecho.
El infinito se extiende
hasta donde quiera la vista y cuando pensamos que detrás de la montaña se
acabará nuestro mundo, aparece siempre otra llanura de tierra o de agua que
sigue demostrándonos que es infinitamente mucho más grande que nosotros, casi
eterna.
Y entonces entra en
juego el Universo que acoge a todos los universos que formamos el planeta
tierra y nos muestra un cielo repleto de distintos mundos de formas y colores,
que nunca es igual. Unas veces azul, otras gris y muchas rojizas como si
quisiera trasmitirnos un aliento de ánimo y de calor.
Pero tenemos que saber
mirar y sobre todo saber percibir las sensaciones que todo ello produce en
nuestro ser.
¿De que nos vale tener tantos universos a nuestro alcance si no
somos capaces de verlos?¿Los desperdiciamos? Por supuesto que si.
Cuando cae la noche y
parece que ya nada mas puede acontecer un mundo de maravillosas candilejas nos
envuelve por todas partes. Cada estrella, cada rosa encendida en el infinito de
otros universos, reluce exponiendo infinidad de mundos que debemos imaginar
pues no somos capaces de llegar a ellos.
Y una enorme esfera,
nuestro vecino más cercano, celosa, quiere tapar el resplandor de tanta
estrella y pletórica de luz se nos muestra. Y así podríamos seguir hasta mas allá
del infinito cercano e ir avanzando hasta el último y dormido infinito.
Cuando despierto del
sueño de los mundos, me doy cuenta que tengo un universo precioso cerca de mi,
Soledad.
Sed felices, que esto
pasa, muy, pero que muy rápido, y la
belleza que nos rodea nos puede ayudar.
Antonio
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