sábado, 9 de diciembre de 2017

Madrid: del otro lado del espejo I

Me gusta pasear por Madrid y observar a sus gentes.
Me gusta mirar sus escaparates y los edificios viejos y nuevos que forman la ciudad.
Me encanta encontrarme con los reflejos que se producen en sus fachadas y huecos; observarlos detenidamente, para asimilar las sensaciones que transmite la imagen reflejada.
Imágenes que podrían ser el otro mundo, el mundo de los sueños perceptible en ciertos momentos en los vidrios.
Las fotografías que vais a ver hoy están realizadas en un tramo relativamente corto del Paseo de la Castellana en Madrid y otro parecido de la calle Serrano.
No hay truco ninguno, lo que la maquina ha fotografiado es lo que yo os coloco.
Las fotos son todas de diciembre de 2011, momento en que los árboles madrileños habían  perdido bastantes hojas y permitían ver mejor las fachadas de los edificios.
Si queréis os voy comentando una a una y así pasamos un rato.

Cíclopes.

Como enormes monstruos escondidos en cada ventanal, unos ojos nos observan. Sus bocas selladas permanecen cerradas bajo ellas. Unos ojos reflejan asombro y otros observan.


Las bocas parecen querer abrirse para emitir un grito, cualquier grito por cualquier motivo, pero están trabadas. 
Los gigantes están mudos y atados y es imposible que lancen enormes piedras contra los intrusos que caminamos al otro lado de los cristales. Y no hace falta, pues bastantes piedras nos tiramos a nosotros mismos sin la necesidad de cíclopes de vidrio, ladrillo y acero.

Madrid naif.

Cada vez que paso bajo este singular edificio madrileño, me viene a la memoria un pequeño cuadro que compré en un mercadillo en Marbella y que representaba de forma naif a Puerto Banús.


Me pregunto si cuando se diseñaron las torres de la Plaza de Castilla se tuvo en cuenta el dibujo distorsionado, naif, que sus vidrios iban a producir en sus fachadas. Es una visión completamente irreal del mundo en el que vivimos, pero es al fin y al cabo la visión que tienen las torres de Madrid. Un Madrid que parece en la imagen apretado, convulso, inhumano. ¿Tendrán razón las cristaleras de la torre?

Tremola.

Miro en la distancia a la entrada de un gran establecimiento. Delante de él una figura de una mujer ataviada con ropajes arcaicos  parece que este temblando por causa del frio. Lo hace de tal manera que su imagen se refleja por triplicado en los vidrios de la puerta.


¿Cómo es posible que con el frio que hace en diciembre este inmóvil en la calle? ¿Por qué en vez de permanecer quieta sobre su pedestal no se mete a calentarse un rato? Cada vez que paso por delante de ella pienso en el frio que estará pasando o el calor en los meses de verano. Quizá, aunque esté al otro lado del cristal, sería bueno prestarle algo de ropa de abrigo moderna.

Dos instantes, dos imágenes.

Hay veces que un instante o un paso pueden significar un mensaje distinto en los vidrios de una fachada. Las dos imágenes que vais a ver a continuación están separadas por escasamente cinco o seis metros  y dos o tres minutos.
La primera refleja   un sueño que se está formando en el espacio tiempo. En los cristales de ese muro cortina van naciendo una serie de figuras y colores que se muestran en un parto de instantes. 


La cámara lo ha captado así, de la forma que lo veis a continuación. Parece como si el pintor escultor de otra dimensión estuviese engarzando las figuras de su espacio tiempo.

Luego, dejando discurrir el tiempo y el espacio de forma sincronizada y sin dejar de mirar la fachada voy avanzando poco a poco por la acera, absorto lo que ante mis ojos empieza a tomar forma, como si el artista del reflejo quisiera trasmitirme un algo en una imagen irreal pero tan clara y precisa que me hace quedarme mirando petrificado la fachada. Como si de un parto artístico se tratase la representación va tomando forma.
Es una imagen compuesta  a base de multitud de imágenes distintas que se conjugan en un rostro principal y en otros que hay que buscar por los vidrios, pero que están ahí.


¿Me estoy volviendo loco?  Ando unos metros y el mensaje de formas y colores va diluyéndose. Vuelvo a retroceder y de nuevo aparecen las imágenes. ¿Qué significa todo eso? No tengo ni la menor idea, pero está claro que en un instante y un lugar determinados ha habido conexión entre el artista de la vidriera y el absorto espectador que soy yo.

Dos lunas.

No, no habido un seísmo; ni siquiera los edificios se han movido un milímetro, ni la maquina al hacer la fotografía.
Es quizás el asombro que se ha producido en la fachada cuando se ha dado cuenta que en ese momento dos pequeñas lunas estaban orbitando a su alrededor. Ha querido mirarlas de tal forma que ha distorsionado todo los demás. A mí no me extraña; si descubriese yo dos lunas también orbitando  mí alrededor me quedaría pasmado, boquiabierto. 


No me extraña que ante semejante aparición los vidrios se hayan desenfocado. Así son las cosas en el mundo paralelo de los reflejos. Unas simples lunas son capaces de hacer ver las cosas de otra forma totalmente distinta. ¿Qué importancia tienen allí líneas rectas y paralelas en todos los sentidos del espacio? Está clarísimo que ninguna.

Árboles.

¿Estoy fotografiando un vidrio en el que se reflejan árboles y edificios? O los árboles ¿están por delante de las fachadas reflejadas?
Es lo interesante de fotografiar reflejos. Unas veces se ve claramente el reflejo y en otras no se sabe si estas fotografiando la realidad o la duplicidad. ¿Puede ser este el caso?
Podría serlo, pero no. ¿O sí?


Ahí queda para que cada uno mire la fotografía y opine lo que mas conveniente crea para sí mismo. A veces el mundo del reflejo es tan mentiroso como nosotros mismos y otras por el contrario es de una sinceridad aplastante. ¿Sera por esto último que muchas veces no nos gusta mirarnos al espejo?

Jardín.

Los árboles del paseo han quedado atrás. Giro la vista y los veo reflejados en la cristalera como si de una ilustración de un cuento infantil se tratase. Se han deformado como si estuviesen enfadaos con la humanidad. ¿Será porque la contaminación los tiene realizando un trabajo excesivo depurando los aires contaminados?


No lo sé, lo que está claro es que no están animados. Claro que si observamos bien la foto parece que en cada vidrio de la imagen se producen a la vez multitud de otras imágenes que no quiero, ni me atrevo a interpretar.
Si estas fotos no estuvieran en mi poder y no supiese que las había realizado yo, pensaría que mi imaginación se estaba volviendo algo más loca de lo que ya pensaba que la tenía. Pero, ¡ca! son los vidrios los que se han vuelto majaretas.

Arquitecto.

Algunos de los reflejos me hacen pensar en lo que dirán los arquitectos de este mundo de los diseños que presentan los arquitectos del otro lado. ¿Estarán de acuerdo con los diseños reflejados? ¿Les gustaría a ellos realizarlos de tal forma?
Y a los arquitectos del otro lado está claro que, a casi todos, no les gustan lo que diseñan los nuestros, ya que no los copian a rajatabla.


Debe ser bastante complicado construir la torre de un palacio en el aire o retorcer toda una estructura como lo saben hacer en los vidrios. Seguramente más de una arquitecto de nuestro lado se ha copiado de los diseños del otro lado para realizar sus obras maestras.
¡Que belleza en esos tubos retorcido y en ese palacete con sus paredes abombadas!
--o0o--

Aquí termina por ahora esta visión de un Madrid que vive al otro lado del Madrid que vivo yo, tras cualquier cristal, pero que nos hace compañía de muchas formas distintas todos los días del año.
Sed felices, aunque os tengáis que mirar en un espejo.
Antonio 

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