jueves, 6 de diciembre de 2018

Mis pensamientos debajo de Torre Europa


Me encanta fotografiar los edificios modernos.
No tienen los detalles arquitectónicos del romanticismo, modernismo y postmodernismo, pero sus estructuras suelen conducirnos hacia el cielo de manera sistemática por su altura y esbeltez.
Ayer, muchos lo sabéis porque os dila lata con mis fotos, me baje andando desde Cuzco hasta el Café Gijón.
Era ya tarde.


Iba solo, tranquilamente andando y pensando. Las cámaras fotográficas arrinconadas en casa, pero como no puedo dejar de hacer fotos utilice mi teléfono que no es demasiado bueno, pero lo importante era dejar algo de perspectiva fotográfica.
Con sus 120 metros aproximadamente de altura, el edifico Europa o Torre Europa, es uno de los más alto de la capital de la España.
Diseñado por el arquitecto Miguel Oriol e Ybarra, muestra una elegancia exquisita; te obliga a mirarle y a mirar hacia arriba.
Me encanta ver esos nervios que crecen paralelos hacia el cielo, aunque las perspectivas darnla sensación que van a juntarse en un punto no muy lejano.
Me encanta mirar entre esos nervios  y observar como la luz natural y la artificial conviven juntas en un atardecer cálido de noviembre.


Pero hay algo que me llama poderosamente la atención que seguramente pasa desapercibido para la mayoría de los viandantes: su reloj.
Los nervios se abren para abrazarlo y dejarle espacio.
¿Alguien saca el suyo y lo campara con ese otro colgado?
Hoy estamos acostumbrados a mirar el reloj de muñeca o el que la pantalla del teléfono nos muestra.
Ese reloj que marca las horas sin campanadas, en solitario.
A mi personalmente me gusta, pero me entristece el verlo solo colgando de la hermosa fachada.
Y sin quererlo, el reloj me acerca a toda esa cantidad ingente de pobre gente que duerme debajo de los soportales del centro empresarial, alrededor de las altas torres.
Pobre gente, colgados de las fachadas de las personas sin una mirada, como el reloj de allí arriba.
Me pregunto muchas veces ¿Por qué la Naturaleza nos hace tan diferentes a unos de otros? ¿Por qué tu eres mas inteligente y agraciado que yo? ¿Por qué mas rico?


Miro de nuevo al reloj y me doy cuenta de que llego tarde a mi cita con un gran hombre en el café Gijón. Y dejo de pensar: ¡Que fácil lo tengo!
Para todos nosotros es fácil dejar de pensar y olvidarnos de las penas de los demás.
¡Y quiero ganarme el Cielo!
Sed felices
Antonio

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