martes, 18 de septiembre de 2012

EL CAÑON DEL RIO LOBOS.-ERMITA ROMANICA DE SAN BARTOLOME.

La maravillosa sensación que se descubre al entrar en el cañón del río Lobos no puede narrarse con palabras, hay que ir a verlo y disfrutarlo; hay que empaparse de las aguas que discurren por el río y comprender que la Naturaleza tiene un proceso evolutivo en el que el tiempo no se mide. 
Lugar mágico, lugar de civilizaciones prehistóricas y lugar estratégico en la reconquista.
Y como lugar mágico que es tiene, que estar protegido, por su flanco militar por castillo de Ucero y en su flanco religioso por la ermita de San Bartolomé.
Lugar ancestral de culto y como no, como tal lugar mágico, no podía faltar una iglesia románica en donde los templarios, aquellos caballeros que rezaban y luchaban, se asentaron. ¿Seria una donación al Temple de los señores de Ucero?   ¿O algún rey castellano en premio a una batalla o conquista les cedió el lugar? No lo se, pero cierto es que allí existe una ermita construida por ellos.
Los alrededores son fantásticos; hay que ir provistos de unas buenas botas y abrigado, según la época en la que se vaya, provisto de buen manjar y adentrase en el cañon.
 Las fotos están realizadas en pleno invierno y lloviendo, pero aun así el encanto del cañón no se pierde.
Vamos a conocerlo:

EL CAÑÓN DE RÍO LOBOS Y LA ERMITA DE SAN BARTOLOMÉ.-






A pocos kilómetros del cañón del río Lobos, el paisaje soriano, el de la Soria Verde, muestra un agradable contraste entre los campos con los cereales verdes, las praderas vírgenes y los arboles, que como gigantes dormidos, desnudos esperan tranquilos, sin prisas, la llegada de la primavera. 
Y a poca distancia de aquí, muy cerca de este arroyo nos espera una grata y magnifica sorpresa.





El castillo de Ucero, como vigía permanente del cañón, nos indica que estamos cerca de la entrada a este. Sus piedras seguro que han vistos muchas escaramuzas a lo largo de los tiempos, sobre todo cuando del Duero limitaba los territorios árabes de los cristianos. Ahora, con su esplendor dolido por el paso de los años, nos mira, como si fuésemos sarracenos que vamos a profanar un lugar sagrado.






Estamos al comienzo del cañón; aquí sus paredes son aun bajas y en los arboles comienza a verse el típico color de las yemas que quieren empezar a despuntar sabiendo que el sol esta subiendo hacia el equinocio de primavera. Dentro de poco habrá cambiado el paisaje y la trasparencia de hoy no volverá hasta el invierno siguiente.





Las paredes empiezan a elevarse; las rocas calizas que el río ha ido devastando  a lo largo de los siglos, desde mucho antes que nosotros pisásemos la tierra, presentan tonos de camuflage.
 Las buitreras nos indican que las alturas son considerables y escarpadas y seguras para ellos. Los diversos tonos que presentan son debidas a la composición de la roca y a la mayor o menor facilidad de los elementos que las componen para ser alterados por los agentes atmosféricos.





De repente en una esplanada en medio del cañón aparece la iglesia de san Bartolomé que se confunde con las paredes que la rodean. Escondida detrás de un gran árbol parece querer refugiarse de las miradas indiscretas que a cientos invaden el cañón a lo largo del año. Ella estaba destinada a ser la casa de los monjes guerreros.





A los pies de la ermita y al otro lado del río Lobos, una gran caverna nos hace sospechar que posiblemente desde tiempos ancestrales el valle estuvo poblado. Cuando entramos en ella vemos que existen vestigios de pinturas y es seguro que osos y humanos lucharon por albergarse en ella. Seguro que los fuegos dieron la victoria a los segundos.





Románica, sencilla y muy conservada, la iglesia presenta una planta de cruz latina con un ábside y cubierta a dos aguas. El tranpeto presenta dos hastiales, a cada lado tapando la cubierta a dos aguas sobre ellos, y a ambos lados un óculo con una estrella de cinco puntas deja entrar la luz a la iglesia.







A la ermita, en su fachada norte se le ha añadido un edificio rectangular, que seguramente hará las veces de sacristía, pero tapa una de las ventanas de ábside. Podría haber sido peor.





La fachada norte, desde el otro lado del río presenta esos óxidos grises que provocan la humedad y el frío en la piedra, piedra caliza del lugar. Piedra por otro lado fácil de trabajar.





Desde la gruta, seguramente refugio de muchos en las escaramuzas, se observa la ermita. Queda allí enfrente, protegida por el río, como si quisiera separarse de ella. O es que quizás, su situación se debe a que los druidas ya ofrecían culto aquí. Desde luego quien decidió colocarla donde esta, a parte de religioso tenia un gusto exquisito.






Aquí os dejo una de mis fotos preferidas; roca, piedra tallada y árbol se confunden como si de la misma cosa se tratase. El árbol seco parece haber contagiado a la roca su color y la roca lo ha hecho con la piedra de la ermita.
No he querido entrar en explicaciones técnicas del románico de esta iglesia. Hay paginas fantásticas sobre ella y grandes maestros que la explican de maravilla. Mi idea ha sido solo trasportaros a este lugar de ensueño




Nos adentramos por el cañón. La excursión es fácil y allí dentro parece que estas abrigado del mal tiempo. Tormentas y aguaceros nos cayeron ese día, pero con los chubasqueros y las botas el camino se hace ligero.





El agua y el viento han erosionado el cañón. Este gran arco, al que se accede mejor por la cara sur nos dejara unas vistas fantásticas del final del cañón y del primer recodo de este.





Salimos ya del cañón, pero hemos querido subir hasta el arco de piedra a contemplar las panorámicas que desde allí se divisan. Según vas subiendo la iglesia se empequeñece y la cueva parece como una enorme boca dispuesta a engullir todo lo que a su paso se coloque.





Desde aquí arriba, donde sube poca gente, las vistas son maravillosas. Se respira na paz y un silencio fantástico, solo rotos por el ruido de algún ave, que olvidándose de los riesgos de la cercanía, osa demandar parte del pequeño refrigerio, un tente en pie, que nos comimos ahí arriba.





Igual que al entrar, al salir el castillo de Ucero nos recuerda que es el encargado permanente de la vigilancia del lugar. Su torre allá en lo alto es un punto de referencia para el caminante.
Como se ve la zona es un campo de cultivo de distintas especies de arboles desde los enebros a las choperas lineales y humanas.

Espero que os haya gustado esta visita que realice hace ya unos años pero que recuerdo con verdadero cariño. La Soria desconocida por muchos, una de las provincias españolas con una variedad de paisaje increíble, bella siempre.
Nada mas, ha sido un placer estar con los que me leáis, espero que la compañía haya resultado agradable. Sed felices
Antonio

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