Situemos primero lo que era la Península Ibérica hacia el año novecientos treinta de nuestra era cuando los reinos cristianos del norte comenzaban a ser un peligro importante para Córdoba. Ya no era una pequeña extensión de tierra más allá de las montañas cántabras, sino que se extendían inexorablemente hacia el sur.
Pongámonos en antecedentes.
Suenan tambores en la lejanía. Una polvareda se levanta en las tierras yermas que se extienden por debajo del rio Duero creada por los cascos de los caballos y peones sarracenos; y un autoproclamado califa asciende desde Córdoba, después de haber atravesado el Sistema Central por lo que luego se conocería como el Paso del Arcipreste de Hita, dispuesto a sojuzgar de nuevo a unos cristianos del norte de la península que le crean con pequeñas expediciones y alianzas con jefes de distintas zonas árabes, dolor de cabeza.
Dispuesto a que no vuelva a suceder la unión de un reino cristiano, Navarra con un reino moro, Zaragoza, Abderramán III sube a castigar, a conquistar, a someter y a cobrar. Se acabaron para Córdoba las concesiones lastimeras a los reinos cristianos. Los cien mil ascienden lentamente, convencidos de su fortaleza y dominio.
Campos de Peñaranda de Duero por el norte
Enterado el rey de León que tan poderoso ejército asciende por la meseta castellana busca amparo en los reyes de Aragón y en el condado de Castilla para presentarle batalla. Hay que vencer al moro o doscientos años largos de Reconquista se irán al garete. Hay que luchar y si es necesario morir, pero vencer significará poder consolidar la línea del Duero y avanzar hacia el Sistema Central.
Fachada este, entrada y fachada norte
Existen en Castilla dos tipos muy diferenciados de castillos. Unos, los construidos antes de 1212, fecha de la batalla de las Navas de Tolosa y aquellos otros posteriores de los siglos XIV y XV.
Los primeros fueron castillos de guerra, construidos casi todos para defenderse de los ataques de los ejércitos del califato de Córdoba, sobre todo antes de la caída del valle del Tajo. Fueron castillos de guerra, muchas veces denominados así más por el lugar en que se encontraban situados que por el volumen y construcción que tenían. Estos castillos fueron avanzando según las tropas de los reinos cristianos avanzaban hacia el sur, hasta el día que se venció al enemigo definitivamente en la batalla de Las Navas de Tolosa.
Peñaranda de Duero
Fachada este del castillo
Otro tipo de castillo es el castillo que se construye a partir de este momento y en los dos siglos siguientes, S.XIV y S.XV, que mas que un carácter de guerra suponen la consolidación de fuertes familias en terrenos y villas donados por los reyes en pagos de servicios prestados donde ya no existen árabes en los alrededores.
Son castillos de señorío, muchos con unas torres del homenaje impresionantes y unas dependencias exquisitas, que sirvieron para refugio de nobles y en muchas ocasiones lugar de reuniones secretas para intentar apoyar a uno u otro bando en las guerras por el poder.
Arco de entrada
Los primeros, los castillos guerreros, fueron avanzando según los hombre a los que se les concedían tierras iban avanzando hacia el sur. Había que protegerse de las rafias morunas y se tenía que tener cerca la protección de una muralla en la que defenderse y en la que poder ofrecer sus brazos y su corazón para pelear.
Estos castillos, que se extendieron en una línea más o menos paralela al rio Duero fueron la base para la segunda generación, los castillos de la nobleza.
Saetera
El castillo que hoy nos ocupa esta asentado sobre lo que debió ser un primer castillo guerrero que de alguna forma estaba incluido en los castillos defensivos del Duero y desde el que se podía vigilar y contrarrestar los movimientos sarracenos y refugiarse dentro de sus muros si era necesario.
¿Os imagináis lo que debía ser ver avanzar una tropa mora por las planicies castellanas?
Muchas veces pienso que cuando Abderramán III avanzo para reducir a cenizas el reino de León, las imágenes que se veían desde los castillos debía ser increíble. Caballeros africanos sobre sus caballos y resto del ejército a pie, luciendo sus estandartes al aire con el sonido increíble de sus tamborradas. Una columna de polvo debía levantarse a lo largo del suelo que pisaban los cien mil guerreros que aportaba a la lucha.
Torreones a ambos lados del acceso al castillo
Y me imagino la impresión que debía causar a leoneses, castellanos y navarros ver desde el castillo de Simancas como se acercaban unas tropas mucho más numerosas que las suyas.
Pero en la batalla de Simancas salió a relucir la estrategia y el valor de un castillo contra un oponente numeroso. Había un lugar donde guarecerse, alimentarse y tratar a los heridos leves que llegaban hasta el. Un lugar desde donde organizar salidas nocturnas de pequeños contingentes que hostigaban continuamente a un enemigo que acampaba en campo abierto.
Patio del castillo con torre homenaje
Ramiro II de León demostró ser un estratega maravilloso que derroto con tropas muy inferiores a las del califa al ejercito moro. Abderramán III tuvo que volver a Córdoba con el sabor de la derrota y con la moral por los suelos. El año 939 marco el hito de salida hacia el Duero y así lo hizo en aquel momento el Reino de León y Castilla.
Tendrían que pasar unos años hasta que las rafias de Almanzor causaran estragos en muchas ciudades de la península, pero fueron las fuerzas de los castillos del Duero los que a la postre persiguieron, derrotaron y malhirieron al caudillo árabe, lo que provoco su muerte en Medinaceli.
Torre homenaje
Gente guerrera y al mismo tiempo cultivadora de los extensos campos de las tierras de la Extrema Dura, de las tierras que esos castillos protegían desde la retaguardia.
El castillo que vemos hoy en fotos es el de Peñaranda de Duero, del siglo XV, mandado construir por los condes de Miranda sobre los restos del antiguo castillo.
Desde el patio mirando a la zona de acceso
Castillo que sigue las trazas de otros castillos de la ribera del Duero y sus alrededores. Montado sobre una peña, la Peña de Aranda, dominaba la población y la llanura.
Olvidado ya en el S.XVIII, fue declarado Monumento Histórico Artístico en época de la Republica junto con el pueblo y el palacio de los marqueses de Miranda.
¿Que nos contarian estas piedras si pudiran hablar?
Si no conocéis Peñaranda de Duero os la aconsejo.
Sed felices.
Antonio
Excelente consejo, Antonio, se irá lo antes posible, pues el excelente relato histórico-fotográfico que ofreces así. lo ha aconseja. Gracias.
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