Es última hora de la tarde.
Un sol limpio baja la luz de un día otoñal luminoso pero frío.
En los extremos de los tallos de los rosales parecen encenderse pequeños destellos luminosos.
Al otro lado del rosal la oscuridad comienza a cubrirlo todo.
Extraña sensación que me recuerda en el fondo nuestra propia existencia.
Venimos de la negrura y volvemos a ella en un ciclo inmutable e ininterrumpido generación tras generación.
La luz es sinónimo de vida, La oscuridad por el contrario es la negación de esta. Con la luz vemos; con la noche no…
Guerra continua, ciclo continuo, eterno en su ser y de escasa duración para el individuo. Dejamos pasar los ciclos de luz y de sombras como si tuviésemos una bolsa llenos de ellos y no nos damos cuenta que cada ciclo de noche y día, es un acercamiento a la negrura infinita.
Dejamos correr instantes, amores, besos y miradas sin darnos cuentas que en ese momento el estallido de luz pasa como un instante y que la suma de esos instantes es nuestra vida desperdiciada.
Es necesaria la noche para saborear el día, como es necesario mirar a unos ojos para saborear luego el beso.
Buena luz.
Sed felices
Antonio
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