No conocemos
exactamente la fecha de nacimiento de uno de los padres de la lengua
castellana, Gonzalo de Berceo, pero se cree que nació alrededor de mil ciento
noventa y ocho en su pueblo natal, Berceo.
Se sabe de él, que
primero fue diacono y firmo varios documentos y que alrededor de mil doscientos
treinta y siete ya lo hace como sacerdote.
Gonzalo de Berceo
escribe una poesía de tema religioso sin salirse de ella, pero con una sencillez y
un sabor exquisito, le dan a sus estrofas aire de arte popular, de arte con gracia.
Sus obra gira toda
alrededor de la Virgen y de vidas de santos, al fin de cuentas es sacerdote, y
por lo tanto debemos englobarlo dentro del Mester de clerecía y en él como
poeta lírico narrativo.
Gonzalo de Berceo
utiliza un verso y una tematica dirigida a la gente sencilla y por ello emplea
esa lengua romance nueva que ya se asienta entre el pueblo, que no es otra que
el castellano o español.
Por lo tanto vamos a
leer los primeros versos escritos en castellano de autor conocido, pues si bien
antes han aparecido antes otros El cantar del mio Cid, El libro de Apolonio,
etc, todos ellos son de autor desconocido y es Berceo el primer firmante.
Se supone que Gonzalo
de Berceo murió hacia el año mil doscientos setenta y cuatro.
Hoy os he elegido unas
estrofas de los Milagros de Nuestra Señora (Estrofas de la 11 a la 15) y como
siempre os los dejo en ese castellano naciente que es el origen del que hoy
hablamos.
MILAGROS
DE NUESTRA SEÑORA
……………………………………………………
El
prado que vos digo había otra bondat:
por
calor nin por frío non perdie su beldat,
siempre
estaba verde en su entegredat,
non
perdíe la verdura por nulla tempestat.
Man
a mano que fui en tierra acostado,
de
todo el lacerio fui luego folgado:
ovlide
toda cuita, el lacerio pasado:
¡Qui
allí se morase seríe bien venturado!
Los
omnes e las aves cuentas acaecíen,
levaban
de las flores cuantas levar queríen;
mas
mengua en el prado ninguna no facíen:
poruna
que levaban, tres o cuantro nacíen.
Semeja
esti prado egual de paríso,
en
qui Dios tan grand gracia, tan grand bendición miso;
el
que crió tal cosa, maestro fué anviso:
omne
que hi morase, nunca perdrie el viso.
El
fructo de los árboles era dulz e sabrido,
si
don Adán hobiese de tal fructo comido,
de
tan mala manera non seríe decibido,
nin
tomarien tal dañoEva ni so marido.
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--o0o--
Espero que os haya
gustado este pasaje.
Es de una sencillez
extrema para dibujarles a los parroquianos todo el proceso desde el pecado
original a las virtudes de María.
Nada mas por hoy.
Sed felices.
Antonio
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