Estaba cansado. Llevaba andando todo el día y mi cuerpo
me pedía un descanso. El frío hacía mella en músculos y huesos.
Una pequeña fuente de la que sale un tenue chorro de
agua me ofreció su peana de piedra para sentarme en ella.
No lo dudé. Un
tibio sol parecía querer calentarme suavemente el cuerpo.
Cierro durante unos instantes los ojos e intento abstraerme de mis dolores,
de mis pesares y de mis amores perdidos.
El ruido del aire en los arboles se hacía cada vez más
tenue, me arrullaba y me adormeció.
Del pequeño chorro de la fuente salían ruidos cada
vez mas armoniosos como si allí se estuviese manteniendo una entrañable conversación.
Presté atención a aquel murmullo , no sé si dormido o
despierto, y poco a poco empece a escuchar cada vez con más fuerza una conversación que surgía del ruido del agua, como si quisiera alguien ocultar a mis oídos sus sentimientos, vivir íntimamente un
momento muy especial.
Puse más atención, me concentré en el burbujeo del
agua al caer sobre la piedra, después de haber recorrido un corto trecho desde
su salida por la boquilla de la fuente, y de repente escuche lo que a continuación os trascribo:
De nuestro amor nacen los ríos y los mares.
De cada uno de nuestros hijos, esas gotas que
salpican a miles el agua placida de la fuente, un caudal impetuoso bajará por
las laderas y en los días cálidos volaran como hojas con el viento y ascenderán
hasta manifestarse impetuosas y ruidosas en lo alto de los cielos.
Muchos de ellos, formaran lagos de aguas
transparentes en lo alto de las montañas, que los humanos llaman ibones, y en
sus transparencias los cielos, las montañas y las nieves se miraran en un orgulloso espejo cristalino.
Y los hijos, los miles de millones de hijos que
nacen de nuestro encuentro, bañaran las costas de los continentes y serán capaces
de horadar las tierras formando enormes olas ayudados por el sol, la luna y los
vientos.
Si, de nuestro amor, puro y cristalino, vive el
mundo, somos agua, pero agua viva que busca de una forma u otra encontrar un
recorrido hasta llegar a su palacio oceánico.
Mira los pajarillos que vienen a beber de nosotros, a vivir de nosotros, y las plantas que ansiosas nos buscan en el frescor hundido de la tierra; y en los hombres que nos necesitan mas que nadie, pues no pueden subsistir sin nosotras, son débiles.
Y todo porque supimos combinar de la tierra dos
elementos maravillosos de los que estamos realizados. El oxigeno y el hidrogeno
están en el comienzo de nuestro árbol genealógico, como los parientes más
lejanos, pero que dejaron con su unión esta maravilla que somos tu y yo, y
cada una de nuestras gotas hermanas y nuestros hijos y los hijos de nuestros
hijos.
Besame y unamonos para que cumplamos con nuestro deber para con la tierra.
No quería moverme, ni siquiera me atrevía a abrir
los ojos, para no despertar del maravilloso sueño que, sentado en una fuente
del Botánico madrileño, estaba viviendo. ¿Sueño?
En silencio, volví a concentrarme en el ruido de la
fuente. Ya solo se escuchaba el gorgoteo de aquel pequeño surtidor. Comencé a
abrir los ojos y de repente me di cuenta de porque el silencio: las dos gotas
de agua estaban besándose y no podían hablar.
Espere con delicadeza a que terminaran su beso. Luego observe las consecuencias de aquel largo beso: comenzaban a desprenderse de ambas gotas infinidad de otras mas pequeñas mientras que la charca pareció entrar en ebullición.
Me levante. Comencé a caminar con una sensación agradable en mi interior y una pregunta vino a mi cabeza: ¿Volveré a escuchar alguna vez una conversación como la de las dos gotas y las veré de nuevo besarse?
¡Que mas da! Con una vez he comprendido tantas cosas cosas...
Ahora cuando miro a las nubes o a los ríos que cruzo,
o los propios charcos que se forman en los caminos, pienso en aquellas dos gotas
de agua, en su beso...
Sed felices.
Antonio
Qué bonito Antonio!!! me encantó este relato del beso de dos gotas de agua, lo comparto, gracias
ResponderEliminarMuy bonito ... Gran fotógrafo y gran narración poética...
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