El hinojo es una planta perteneciente a la familia de las
Umbelíferas que podemos verla cuando andamos por caminos en sus bordes. Su
nombre científico es Foeniculum vulgare.
Fácilmente reconocible pues su altura, puede llegar hasta
los dos metros y medio, y sobre todo el desarrollo de sus flores en una especie
de rueda de noria que puede llegar a tener en algunos casos hasta diez centímetros
de diámetro.
Sus usos medicinales son muy numerosos, si bien hay que
tener cuidado con personas con tensión alta, párkinson y ataques epilépticos.
Pero dicho esto vayamos a ver la planta cuando los fríos del invierno han llegado y pocas
cosas quedan ya de ella.
Sus tallos rectos se han vuelto quebradizos, tienen un color
gris extraño, gris desnutrido le llamo yo, y solo algunas semillas quedan en lo
que eran sus flores.
Y esas flores, como si el tiempo en ellas les hubiese
provocado una extraña artrosis, parecen muchas veces manos desgarradas que
quieren asir con desesperación el tiempo.
Parece querer perdurar y perdurara en sus semillas, pero
cada planta acabará cediendo el paso a una nueva generación. Cuando llegue el
invierno y las aguas y nieves caigan sobre ellos, poco a poco irán desapareciendo
de la vera de los caminos.
Me encanta ver sus semillas, dispuestas en pequeños granos
ovalados, rayados, que aprovechan la lluvia para dejarse caer al suelo.
Ya queda poco. Es una planta que por norma la gente pasa de
ella, pero que creo que es de las mas fotogénicas. Se deja fotografiar desde
cualquier lado y parece increíble que esa tonalidad gris de tanto de si. Hay
belleza y señoría en esta humilde planta que pasa desapercibida.
A mí me gusta mirarla; observar sus pequeños detalles.
Incluso hay veces que es capaz de colocarse una pajarita.
Nada mas por hoy.
Sed felices.
Antonio
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