miércoles, 2 de noviembre de 2016

Flores con poesía CCLXXXIV. Frente al vivir, soledad (Soneto)

Nace nuestro poeta en una familia acomodada de Granada en mil novecientos diez.
En su ciudad natal, Luis Rosales Camacho, pasa toda su niñez y juventud, estudiando en su universidad Derecho así como Filosofía y Letras.


Pronto se interesa por la poesía  y acude a las reuniones que se celebran en El Rinconcillo, donde comparte pasión y amistad con poetas como Lorca, Amigo, Gómez Arboleya y otros.
Los dos primeros murieron tragicamente en bandos distintos y es por ello que Luis Rosales Camacho, en plena Guerra Civil escribe La Voz de los Muertos. En su casa granadina se había refugiado Lorca que fue sacado por los falangistas y Amigo, que era catedrático en Ronda, fue tirado desde el viaducto que cruza el Tajo rondeño por los milicianos.
En Madrid, ya después de la guerra sigue escribiendo poesía y alcanza grandes premios literarios y entra en la Real Academia Española como miembro de pleno derecho en mil novecientos sesenta y dos.
Recibe el Cervantes en mil novecientos ochenta y dos.
Escritor en numerosas revistas de poesía, grandes publicaciones diarias y especializadas, gran orador y conferenciante.
Murió en Madrid en mil novecientos noventa y dos.
Se puede decir de Rosales que es inicialmente un clásico seguidor de Garcilaso para terminar en un modernismo surrealista.


Su poesía es intimista, espiritual, amorosa y recordatoria inicialmente, de hondo calado garcilasista, para pasar poco a poco a acercarse  la poesía surrealista, concreta y falta de adjetivos.
Os dejo un soneto titulado: Frente al vivir, soledad.

SONETO

¿No eres mi gozo tú? Ya está vencida
mi soledad de incienso en el acanto,
la soledad viril donde levanto
la esperanza de ser frente a la vida.


¿No era eterno el amor? Ya está perdida
la guirnalda de nieve del encanto;
silencio tiene el mar que amaste tanto,
silencio el corazón que no te olvida.


¿No era tiempo el dolor? Ya el viento ordena
la espuma de tu leve arquitectura,
ya el cielo se detiene en tu hermosura;


recordarte es vivir, ¡ay!, siempre ajena
soledad de varón henchida y plena,
¿no es más alta tu voz, no es más oscura?
--o0o--


Sed felices.

Antonio 

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