La historia de hoy es
muy breve y muy sencilla.
Estamos en el mes de
abril. El jardín está en uno de esos momentos en que la vegetación esta a punto
de sacar las hojas o las ha sacado del todo.
Los castaños de la
parte de atrás y los álamos orientados al sur ya están luciendo su verde y su
plata.
Por el contrario, los plátanos
del lado norte conservan aun algunas hojas enganchadas del año anterior y están
comenzando a brotar. En diez días esto será otra cosa
Una pareja de
herrerillos a los que estaba observando en el jardín, revoloteaban de un lado para
otro.
Decidí entrar en casa y
coger la cámara.
Daban la sensación de estar recorriendo el jardín en busca de su comida por los árboles.
De repente el macho
tomo rumbo hacia la parte de atrás de la casa donde comparten los metros
cuadrados de terreno tres enormes álamos blancos y tres castaños. Los seguí.
En uno de los álamos
existe desde hace mucho tiempo un hueco en el tronco que ha estado ocupado
primero por una familia de pequeños autillos (tuvimos una vez que alimentar a
uno caído del nido) y posteriormente por una de tordos. Estos últimos ruidosos
en los momentos en que los padres cebaban a los peques.
El herrerillo debía saber
con antelación el estado del nido y hacia allí condujo a su compañera.
Esta se acerco despacio
al nido.
Lo observo
detenidamente desde la entrada.
Y observó a derecha e izquierda como comprobando situación, seguridad, etc.
Se introdujo y le dio
el visto bueno al nuevo hogar.
El herrerillo, contento
y satisfecho se fue a descansar un rato hinchando su plumaje lleno de orgullo
por su conquista en una rama de un castaño.
Les vi esa primavera
entrar y salir varias veces del nido, pero no se si sacaron alguna prole.
El problema de ese nido
es que es grande para ellos y los deja muy a merced de las urracas.
Esto ha sido la muestra de un pequeño
romance y como él podemos observar todas las primaveras muchos mas.
Sed felices
Antonio
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