sábado, 27 de agosto de 2016

Flores con poesía CCLXXXI: La puerta

Nació nuestro poeta en la ciudad coruñesa de El Ferrol allá por el año de mil novecientos seis.
Nacido Dictinio de Castillo Elejabeytia al lado del mar, estudio en su ciudad natal y se licenció en Derecho en la universidad de Santiago de Compostela a la vez que realizó su carrera militar en la Marín.


Estaba de servicio en Cartagena en el momento del estallido de la Guerra Civil  y como no fue acusado por los republicanos, al terminar la guerra los nacionales le retiraron del servicio en l marina.
Estudio entonces en Murcia la carrera de Filosofía y Letras y se especializo como profesor de Filología portuguesa.
En mil  novecientos cincuenta y tres emigra a Alemania y allí comienza como lector de Lengua y Literatura Españolas, profesión que realizará a lo largo de treinta años en la universidad de Würtzburg.
Dictinio de Castillo Elejabeytia es un poeta postmodernista fantástico, que sabe expresar y trasmitir tanto con estrofas modernas como clásicas a la vez. Su poesía es francamente vibrante, expresiva, calidad y muy personal.
Colaboró en infinidad de revistas y publicaciones de poesía como Fantasía, Acanto, Verbo, Azarbe etc.
Premio Adonaís por el libro titulado Canción de los pinos en mil novecientos cuarenta y cinco entre los muchos que obtuvo.
Uno de sus últimos libros publicados fue Vuelo hacia dentro.


Murió en Heidelberg, Alemania, en octubre de mil novecientos ochenta y siete.
Os he colocado un poema suyo que discurre por la realidad de la vida y de la muerte.


LA PUERTA

Oh puerta de mi casa, tan blanca y reluciente,
abierta siempre a todos los que quieran entrar;
con la brisa de junio, una aurora rosada,
llegó hasta ti la alondra de la felicidad.


Otros días de otoño, la muerte, lentamente,
vago entre los geranios de tu florido umbral,
y entonces hallé penas, y el más amargo llanto
me saturó de bruma, de dolor y orfandad.


Esperé muchas noches, apoyando en tus jambas,
ver venir un viajero hacia mi soledad,
el cansado viajero que bajo las estrellas
se dirige a nosotros desde un lejano mar.


Mas no esperé sin fruto, oh puerta silenciosa;
por fin llego el amigo a quien brindé mi paz;
le ofrecí de mi aljibe agua limpia y fresca
y un asiento en mis lares. El compartió mi pan.


Oh puerta de mi alma, de par en par abierta,
que a los tristes prometes el calor de mi hogar;
da tu luz a mi vida, tu dintel a mi norma,
a mis aves ligeras tu amoroso nidal,


y esa tarde sombría en que salga el cortejo
para en la tierra madre mi cuerpo sepultar,
ciérrate suavemente y guarda mi memoria
entre las viejas cosas que el tiempo destruirá.
--o0o--



Nada mas por hoy.
Sed felices.

Antonio

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