Nació nuestro poeta en
la ciudad coruñesa de El Ferrol allá por el año de mil novecientos seis.
Nacido Dictinio
de Castillo Elejabeytia al lado del mar, estudio en su ciudad natal y
se licenció en Derecho en la universidad de Santiago de Compostela a la vez que realizó su carrera militar en la Marín.
Estaba de servicio en
Cartagena en el momento del estallido de la Guerra Civil y como no fue acusado por los republicanos, al
terminar la guerra los nacionales le retiraron del servicio en l marina.
Estudio entonces en
Murcia la carrera de Filosofía y Letras y se especializo como profesor de Filología
portuguesa.
En mil novecientos cincuenta y tres emigra a Alemania
y allí comienza como lector de Lengua y Literatura Españolas, profesión que realizará
a lo largo de treinta años en la universidad de Würtzburg.
Dictinio de Castillo
Elejabeytia es un poeta postmodernista fantástico,
que sabe expresar y trasmitir tanto con estrofas modernas como clásicas a la vez.
Su poesía es francamente vibrante, expresiva, calidad y muy personal.
Colaboró en infinidad
de revistas y publicaciones de poesía como Fantasía, Acanto, Verbo, Azarbe etc.
Premio Adonaís por el
libro titulado Canción de los pinos en mil novecientos cuarenta y cinco entre
los muchos que obtuvo.
Murió en Heidelberg, Alemania, en
octubre de mil novecientos ochenta y siete.
Os he colocado un poema
suyo que discurre por la realidad de la vida y de la muerte.
LA
PUERTA
Oh
puerta de mi casa, tan blanca y reluciente,
abierta
siempre a todos los que quieran entrar;
con
la brisa de junio, una aurora rosada,
llegó
hasta ti la alondra de la felicidad.
Otros
días de otoño, la muerte, lentamente,
vago
entre los geranios de tu florido umbral,
y
entonces hallé penas, y el más amargo llanto
me
saturó de bruma, de dolor y orfandad.
Esperé
muchas noches, apoyando en tus jambas,
ver
venir un viajero hacia mi soledad,
el
cansado viajero que bajo las estrellas
se
dirige a nosotros desde un lejano mar.
Mas
no esperé sin fruto, oh puerta silenciosa;
por
fin llego el amigo a quien brindé mi paz;
le
ofrecí de mi aljibe agua limpia y fresca
y
un asiento en mis lares. El compartió mi pan.
Oh
puerta de mi alma, de par en par abierta,
que
a los tristes prometes el calor de mi hogar;
da
tu luz a mi vida, tu dintel a mi norma,
a
mis aves ligeras tu amoroso nidal,
y
esa tarde sombría en que salga el cortejo
para
en la tierra madre mi cuerpo sepultar,
ciérrate
suavemente y guarda mi memoria
entre
las viejas cosas que el tiempo destruirá.
Nada mas por hoy.
Sed felices.
Antonio
No hay comentarios:
Publicar un comentario