Aquel día me había
levantado relativamente temprano.
El sol, soñoliento aun,
le costaba desperezarse tras las montañas serranas.
Me acerque al pozo a
contemplar como esos primeros rayos comenzaban a iluminar indiscriminadamente a
unas u otras plantas con la colaboración de los altos abetos y algún que otro plátano.
Los tonos azulados y rosáceos
de las flores de las hortensias animaban a pensar, a recordar momentos ya
pasados, que difícilmente podrán volver a suceder.
Un rayo travieso juega
con la flor como si quisiera tomarlas entre sus infinitas ondas de luz y
encestar en una imaginaria canasta.
Si, la vida es bella a
estas horas de la mañana, en cambio comienza a ser monótona a las puertas de
una vejez que se acerca lenta, pero más rápida de lo que yo quisiera.
Yo quisiera como ese
rayo poder coger mis recuerdos y transformarlos en instantes presentes, volver
a vivir aquellos momentos deliciosos junto a las mismas plantas cuando la
juventud y la energía florecías a mí alrededor.
Aquí bese y me besaron.
Plante un abeto que tenía un destino moribundo y que demostró que cuando hay
ilusión se puede tirar adelante. Pero ¿y si no la hay? Entonces el árbol se
convierte en leña…
Salí de detrás del
abeto y me di cuenta que allí donde yo bese, allí dos sillas estaban realizando
lo mismo con los primeros rayos de sol… No lo hubiese pensado nunca; por
supuesto me reiré de nuevo junto a las hortensias.
--o0o--
Sed felices.
Antonio
Bonito final fotográfico. Es inesperado a pesar del título. Me ha gustado. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Luis
EliminarIgualmente, Antonio. Sé feliz. La vida sigue, embadurnada de recuerdos.
ResponderEliminarGracias, Rafael. Un abrazo
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