martes, 14 de febrero de 2017

Flores con poesía CCXCIII: Ceniza son mis labios

Nace nuestro poeta en Jerez de la Frontera en mil novecientos veintiséis.
Estudia en los Marianista de su ciudad natal hasta terminar el bachillerato.
José Manuel Caballero Bonald estudia artes de navegación y posteriormente en la Universidad de Sevilla realiza la carrera de Filosofía y Letras.
Comienza desatancando rápidamente en el mundo de las letras y a los veinticuatro años de edad recibe el premio Platero de poesía por su obra Mendigo.


Antifranquista, será encarcelado en varias ocasiones.
Entre otros premios recibirá el Reina Sofía de poesía y el máximo galardón de las letras españolas: El Cervantes.
Considerado de la Generación del 50 junto con José Agustín Goytisolo, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biezma y José Ángel Valente.
Ensayista y novelista, pero fundamentalmente José Manuel Caballero Bonald es ante todo poeta. Si un poeta de la época de los ismos, es decir a los movimientos literarios de las subversiones, reacciones y retornos.


Sus obras de poesía editadas son muchas y entre ellas destacamos Las adivinaciones, Memorias de poco tiempo, Vivir para contarlo, Tiempo de Guerras perdidas y Manual de infractores entre otras tantas obras.
Os he colocado un poema que me ha hecho pensar bastante. Espero que os guste.

CENIZA SON MIS LABIOS

En su oscuro principio, desde
su alucinante estirpe, cifra inicial de Dios,
alguien, el hombre, espera.
Turbador sueño yergue
su noticia opresora ante la nada
original de la que el ser es hecho, ante
su herencia de combate, dando vida
a secretos cegados,
a recónditos signos que aun callaban
y pugnan ya desde un recuerdo hondísimo
para emerger hacia canciones,
puro dolor atónito de un labio, el elegido
que en cenizas transforma
la interior llama viva del humanos.


Quizá solo para luchar acecha,
permanece dormido o silencioso
llorando, besando en terso parpado rosa,
el pecho triste de la muchacha amada;
quizá solo aguarda combatir
contra esa mansa lágrima que es letra del amor,
aquella luz aniquiladora
que dentro de él ya duerme con su nombre: belleza.
Allá en el pobre labio
todo lo más hermoso conocido asume,
pronuncia apenas con mortal anuncio,
unitivo rescoldo de su viviente brasa.


En tanto el hombre lucha, existe,
traduce la armonía total,
late en la ardida llaga que es su verbo,
fundiéndose en el llanto donde habitan
su linaje, su origen, su canoro
destino de buscador de Dios,
de elegido que espera
ahora,
todavía,
encender la ceniza de sus labios.
--o0o--


Nada más por hoy.
Sed felices.

Antonio 

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