A mil cien metros de altura, una presa, con una longitud aproximada de tres kilómetros, crea en sus orillas un mundo nuevo de vegetación de prado húmedo, bosque de ribera acompañando a los árboles que pueblan las sierras del Sistema Central.
Por el camino verde que discurre cerca de sus orillas, unas veces con impedimentos, otras cruzando un arroyo, que prácticamente baja seco, otras entre altas hierbas de mas de un metro y otras a la sombra de los pinares, recorrí dos kilómetros de ida y dos de vuelta buscando y no logrando encontrar una Empusa pennata.
Pero aunque no haya dado con ella, seguramente en estas fechas o son muy pequeñas o quizás no hayan eclosionado, el paseo ha valido la pena. Arañas, mariposas, pequeñas moscas, abejas y otros insectos se han cruzado en mi camino.
La pena, es que el viento era demasiado fuerte para producir movimientos suaves en las latas hierbas y algo frío para dejar ver más insectos de los que les gusta volar con calor. Había que tirarse al suelo y sujetar las hierbas con la mano y con la otra fotografiar al bichito y en muchas ocasiones cuando te llevabas la cámara al ojo el bicho ya no estaba.
Pero como paciencia no me falta y tiempo en un sábado sobra a mogollón, era cuestión de aguantar, agacharse y volverse a levantar tantas veces como hiciera falta. Creo que me he arrodillado y tumbado más veces que pasos he dado en los cuatro kilómetros por las orillas de la presa de La Jarosa.
Pero dejémonos de parloteos y experiencias gimnásticas y pasemos a ver los pequeños amigos que han compartido un instante de su vida con mis ojos y mis cámaras. Lo que si os aseguro es que uno de los saltamontes qué vais a ver se enceló con su reflejo en el objetivo y le plantaba cara. Solo esta experiencia valió las tres horas y media de andar por esas preciosas tierras.
Caballito del diablo
Coleóptero sobre una pequeña flor silvestre de maravillosa simetría.
Araña con ojos de una Thomisidae.
La pobre mariposa esta vieja. Seguramente ha sufrido distintos ataques. Fijaros en sus alas
El mundo de los dípteros, en lo que se encuentran las moscas, es variadísimo y a algunas les gusta alimentarse del néctar de las flores como esta con toda su lengua fuera.
Preciosa y tranquila. Sus manchas y colorido hacen que la veas solo de casualidad o si tienes la suerte de verla posarse.
Este amigo saltarín, es el que se encelo con su reflejo en el objetivo. Primero moviendo sus alas y luego enfrentándose a su amor o a su enemigo de frente.
Como no. El amigo chinche no podía faltar, aunque me extraño los pocos que vi.
Las ultimas jaras dan de comer aun a montones de insectos como a este coleóptero que fijaros lo deteriorada que tiene la parte trasera de su élitro derecho.
Este coleóptero que creo pertenece a la familia Cerambycidae pasea tranquilamente por encima de la flor
Al ir andando entre las hierbas los saltamontes vuelan asustados y algunos, como este, se asientan en la vereda. Y acercándote, reptando, con sumo cuidado, se dejan fotografiar observándote con ese ojo compuesto con un punto negro que te sigue constantemente.
Y para terminar, esta señora cargadita de polen, tanto, que le va a costar elevar el vuelo.
Espero que os haya gustado y entretenido un rato.
Sed felices.
Antonio
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