Es curioso como el volver a ver imágenes te trae el momento de la fotografía y sus detalles de nuevo a primer plano de tu memoria.
Esta serie es la primera que guardé de las que os iba poniendo por las noches. Es un popurrí de fotos que en su conjunto no tienen un enlace, solo la máquina y la mano del que las ha hecho, pero que todas significan algo, todas tienen un por qué.
Vayamos viéndolas y analizándolas:
Es curioso los veteados existentes en los postes de teléfonos o de la luz antiguos. Sus maderas, carcomidas por los elementos, sol, aire y agua en todas sus especies, van dándole una patina de vejez increíble. El nudo en mitad del poste rompe la linealidad de las fisuras en la madera y forma a su alrededor un extraño campo de líneas magnéticas.
¿No os recuerda esas luces que se venden en Navidad por las calles? En mitad de la sequedad ya de un verano, florece entre las hierbas secas esta florecilla, que tiene que avisar a sus polinizadores que está ahí, que la miren, que la vean; y lo consigue.
Da la sensación que están dispuestas para usarlas como pequeñas tazas de sake, colgadas unas a continuación de otras. Están abiertas y sus semillas seguramente estén ya en el suelo esperando las lluvias del otoño que las harán germinar.
Una adelfa del jardín de mi madre, fotografiada a primeras horas de la mañana. Todos los días en verano fotografió una flor distinta de las dos plantas que tiene mi m adre en el jardín. Son flores que vistas desde lejos quizás no digan nada, pero cuando las encuadras y les dedicas unas miradas de atención descubre la belleza que hay en ellas.
Entre las espinas de las zarzas bailan su danza estas florecillas. Pequeñas y débiles, ante los poderosos brazos del zarzal, tienen que ingeniárselas para ocupar su espacio vital. Aprovechan las zonas de la zarza donde solo hay brazos, donde no son competencia. Les queda ya poco, el sol está haciendo estragos y las altas temperaturas les darán poco tiempo de permanencia en pie.
Frágiles y bellas a la vez. Las envolturas de las gramíneas salvajes me fascinan. Me llama poderosamente la atención verlas ahí, con esos tallos tan finos y tantas banderolas que sostener. Y si os fijáis en el campo en ellas, cuando ya han soltado los granos, podréis descubrir que algunas sirven de vivienda a pequeños arácnidos.
Una mosca asesina comiéndose a una asesina menor. Un coleóptero mira asombrado la escena. Se dará la vuelta con pies en polvorosa y dando gracias a la Naturaleza por haber evitado ser el comido. Lo curioso de esta foto es que la mosca vino a posarse para su comida al lado mío, como si quisiese hacer una sesión fotográfica de su hazaña, pues me permitió realizar un montón de fotos y al final fui yo el que se marcho.
Efectos de luz y sombras en estas semillas con la luz de un sol radiante elevándose a mitad de mañana. Lo que fueron unas hermosas flores son ahora un simple recuerdo, pero algo de belleza queda en esos gráciles movimientos.
Si pasa por su lado y no te fijas mucho puede pasar totalmente inadvertido. Su color contrasta con el verde de la planta que le sirve de alimento, pero el fondo seco del paisaje le ayuda. Ira comiéndose la planta hasta que se encuentre capacitado para hacer su capullo. Luego una bella mariposa…
Ha recogido su lengua. Me mira o se ve reflejada en el objetivo, no lo sé. Sigue quieta encima de una flor que ya poco alimento puede darle. Igual quiere depositar ahí sus huevos. Es mitad de mañana de un día de julio. Hace calor. Quizás este agotada. Saco tres o cuatro fotos más y me marcho prado adelante.
Deseando que seáis felices, os dejo
Antonio
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