La biblioteca tenía las estanterías llenas; solo de vez en cuando aparecía un resquicio donde se notaba la ausencia de algún volumen.
Era época de bonanza, los estudiantes no empezarían sus exámenes hasta dentro dos meses y medio, las mesas estaban ya vacías y las sillas desocupadas.
En una de las mesas, Harry, el bibliotecario observaba la paz de su reino. Cervantes, Homero, Platón, Dostoievski, Shakespeare y muchos más estaban silenciosos tras las vitrinas. Dentro de unos minutos cerraría las puertas de la biblioteca y entonces dispondría para él de toda ella.
Pensó en la taza de café que tenía en su despacho, encima de la impresora.
Aquellos aparatos modernos le daban pánico. Había tenido que aprender a manejar los ordenadores con programas de base de datos para el almacenamiento de toda la biblioteca. Millares de fichas de sus libros se habían guardado en tres copias distintas, protegidas en la caja fuerte.
Volvió a pensar en su taza de café, le apetecía.
Esa mañana una muchacha le había preguntado por un tema extraño: “Tecnología aplicada a la reproducción de objetos en todas sus facetas”. Harry, se la quedo mirando, perplejo y aunque busco en el ordenador no encontró libro alguno que se relacionase con aquella petición.
Extraño tema ha elegido Ud. señorita, le contesto después de un rato de busqueda. En los archivos de la biblioteca no tenemos nada parecido. ¿Puedo ayudarla en otra cosa?
La muchacha le miro fijamente a los ojos burlones y le dijo: “Es más fácil de lo que Ud. se imagina. No tardara mucho en darse cuenta”
Y con un ademán salió de la biblioteca.
Harry soñaba en tomarse otro café, pero era ya tarde.
Comenzó a recoger algunas hojas que habían quedado sobre las mesas del poco personal que por allí había pasado. Las lámparas encendidas las iba apagando con cuidado, como si pulsar el interruptor fuese un rito sagrado.
Comenzó a recoger algunas hojas que habían quedado sobre las mesas del poco personal que por allí había pasado. Las lámparas encendidas las iba apagando con cuidado, como si pulsar el interruptor fuese un rito sagrado.
De repente, una suave entrada de aire le hizo levantar la cabeza y mirar hacia la puerta.
La muchacha de nuevo entraba en la biblioteca y con aire decidido se dirigió hacia él.
Llevaba en sus manos una especie de volumen semi encuadernado, de extraña apariencia, que puso delante de Harry diciéndole: “Aquí tiene Ud. un ejemplar de Tecnología aplicada al cien por cien. Así ya no tendrá que decir que no dispone de él. Buenas noches”
Antes de que Harry pudiera decir algo la muchacha había salido de la biblioteca.
Harry, apesadumbrado miraba el ejemplar sobre la mesa de lectura. Decidió tomarlo en sus manos y se encamino hacia su despacho a realizar la correspondiente ficha.
La taza de café estaba sobre la impresora. Harry la cogió y dio un sorbo a aquel café frio. Volvió a dejar la taza sobre el aparato.
Encendió el ordenador. Comenzó introduciendo el titulo del volumen en el mismo.
Abrió la primera pagina y se dio cuenta que estaba vacía. Y la siguiente y la otra. ¡Le habían tomado el pelo!
Dejo el volumen en blanco sobre su mesa y sin querer pulso el botón de puesta en marcha de la impresora.
De repente, del libro, ante el asombro de Harry, comenzaron a salir pequeños destellos que vagaban del libro a la impresora. ¿Estaría soñando? No se atrevía a tocar el libro, ni a apagar la impresora.
Se abrió la tapa de la máquina, un rayo de fuerte luz salió de su interior y la taza de café de Harry desapareció al bajarse de nuevo la tapa.
Salió una hoja de la impresora seguida de una taza con humeante café. Un magnifico aroma lleno el despacho.
Harry no daba crédito a lo que estaba viendo. La impresora emitió un pitido de final de impresión y él tomo con sumo cuidado la hoja impresa. En ella se leía “Espero que le haya gustado el volumen aplicado de tecnología reproductiva total. Buen café”
Tomo la taza, olió el aroma del mejor café del mundo y término de hacer la ficha:
Volumen: Tecnología de reproducción total
Autor: Desconocido, mujer.
Uso: Solo para el director de la biblioteca.
Dejo pasar un tiempo; termino su café; se puso el gabán y se coloco su gorra de lana y salió a la calle.
La biblioteca permaneció toda la noche con las luces encendidas…
Dos sencillas fotografías dan pie a un gran relato -corto- que deja al lector la interrogante de la relación "café-tecnología". Felicidades, Antonio. No me gusta la expresión "eres un crack", pero es lo mas acertado. Un abrazo.
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