Pasear entre las hierbas altas, llenas de vida, dejándote tocar por las espigas altas es una delicia.
Hay espigas de todos los tipos y formas que queramos ver: las gramíneas con sus glumas al viento, transparentes tras haber soltado sus semillas parecen banderolas que ondean al viento suave de la tarde. Otras dan la sensación de ser como mechas de algodón de distintas formas y colores.
Otras, dejan ver sus semillas a medio caer formando pequeñas coronas alrededor del tallo.
Todas alternan su espacio con plantas más bajas que ellas y permiten que las zarzas ocupen sus espacios, pero, eso sí, sin pasarse.
Mariposas, moscas, arañas, hormigas y un sinfín más de pequeños animales aprovechan sus espigas unos para comer, otros para cazar y otros para procrear.
Y en el fondo, las espigas son un inmenso laboratorio genético en donde se esconde todos y cada uno de los caracteres de la siguiente generación de plantas. Son en su sequedad las responsables de liberar la vida al aire y sobre la tierra para que, generación tras generación, germinen las semillas.
A la puesta de sol es impresionante meterse entre los campos de las altas gramíneas y observar a trasluz sus glumas; en el fondo están ayudándonos a nosotros también a recibir sensaciones, estímulos que a la larga se transforman en sentimientos.
A mi personalmente me ha gustado mirarlas ayer tarde. Espero que a vosotros también.
Sed felices
Antonio
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