Bajo deprisa el camino desde el aparcamiento. Mi amigo Luis
se ha quedado esperándome en él debido a problemas técnicos. Una cierta sensación
de agobio me invade. Mi angustia a las alturas me recorre el cuerpo y me
propongo llegar a la ermita de san Frutos, pase lo que pase.
La ermita de San Frutos desde el mirador
A derecha e izquierda
dos meandros profundos formados por el rio Duratón a través de los milenios, me
acompañan. En las aguas de uno de ellos el polen de las coníferas está formando
una gran mancha sobre el agua. El Duratón ha sido domado por el hombre y sus
aguas mansas descansan contra una muralla de hormigón armado que se distingue
en la lejanía.
Desde el mirador hago
la primera foto a la ermita. Allí a unos trescientos metros la veo, digna, erigida
sobre el acantilado, demostrando que ella es la señora del Duratón.
Entrada al conjunto bajo arco ojival
Según me acerco observo
que un pequeño puente de piedra une el peñón sobre el que se asienta la ermita
con el resto de la montaña. Un extraño vértigo me entra, pero quiero tenerla
cerca, verla y darme una vuelta a su alrededor. Atravieso el puentecillo.
Según llego observo a
derecha e izquierda dos mundos completamente diferentes.
A la derecha un ábside románico
del siglo XII, muy a principios pues la iglesia fue consagrada en el año 1100,
y a la izquierda un arco ojival en un lienzo que da acceso al interior de lo
que debía ser un monasterio y la única forma de llegar a la puerta oeste, única
entrada actual a la iglesia.
Una serie de murallones
y arcos de medio punto delimitan las dependencias que fueron monacales y
dependientes del monasterio de Silos.
Estoy solo en la
ermita. El personal que estaba en ella salía cuando yo llegaba.
Buitre leonado a escasos metros de mi cabeza
El silencio solo lo
rompe el aire que asciende por el caño y algún graznido de cuervo que se asusta
al verme allí. Los buitres pasan majestuosos por encima de mí.
Fachada oeste de San Frutos
Llego a la fachada
oeste de la ermita. Allí, la portada exenta con un arco que recoge a la puerta,
formada por tres arquivoltas lisas y un guardapolvos que descansan sobre
pilastrones de piedra.
Arquivoltas de la entrada principal descansando sobre mochetones
Sobre ella una ventana
rodeada por un guardapolvos con ajedrezado jaques envuelta en una serie de
baquetones lisos que la rematan y apoyan directamente sobre los mampuesto del
muro. Unas columnas decorativas están rematadas en los capiteles con elementos
vegetales.
Ventana en fachada oeste
La que fue la otra
entrada de la iglesia, en su cara sur está actualmente tapiada. Formado el arco
de medio punto, está decorado con tres líneas en relieve siendo la última una
especie de ajedrezado.
Me inquieta ver a las
zarzas campar alegremente a sus anchas delante de la puerta. Cuando comienzan
su invasión si no se tiene cuidado terminan haciendo daño.
Puerta sur, tapiada. Observese la pieza del muro que hace la vez de capitel.
Echo un vistazo al
conjunto y retomo mi camino cuesta arriba. Antes miro los canecillos y el
remate en espiga de lo que debería ser un capitel en la puerta tapiada.
Algunas firmas de
cantero, una inscripción sobre una mujer
enterrada allí que se despeño y en el ábside unas piezas de ajedrezado
aprovechadas para hacer el paramento.
Luis me espera arriba y
he tardado más tiempo de lo previsto en llegar y hacer la visita.
Dependencias monásticas en ruinas
Volveré un día por
estas tierras con tranquilidad, sabiendo que no pasa nada con los altos
acantilados, a estudiar San Frutos con calma, con la calma del lugar, mirar
piedra a piedra todo el conjunto y poder contarlo muchísimo mejor.
Los absides y las Hoces del Duratón
El abside desde el muro que cierra el conjunto
Se ven distintos estilos de asiento de cantería y dos piezas de ajedrezado jaques aprovechadas
Cruzo el puentecillo
mirando a la montaña, no quiero saber si debajo mío hay altura o no. Sigo unos
pasos hacia arriba y me giro a echarle un último vistazo a la ermita.
Ultima vista de San Frutos por este día
Subo el camino
tranquilo, a la velocidad que mis pulmones me lo permiten sin ahogarme. Me paro
de vez en cuando y miro al cielo a ver si algún buitre quiere pasar cerca.
Cuando llego arriba,
Luis me espera y emprendemos rumbo hacia Sepúlveda.
Desde el coche, en el camino de salida, divisamos unas orquídeas, el último regalo del Duratón en San Frutos. Nos bajamos
y la fotografiamos.
Orchis morio
Ha sido una maravillosa
experiencia.
Sed felices.
Antonio
La espera se hace corta cuando sabes que el motivo es un buen y documentado reportaje y un mejor relato casi casi poético. Gracias, Antonio.
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