El día ha sido
caluroso, demasiado.
Subo a la parte alta de
Guadarrama, a la presa de La Jarosa, buscando algo de frescor y de
tranquilidad, sobre todo tranquilidad.
No sé si llevarme un
libro escrito muchos años atrás, en Francia, como una crítica a la sociedad de
entonces o buscarme por el contrario en bufón como Panurgo para que me vuelva a
contar como escapo de ser asado en la parrilla de los turcos.
Me lo imagino dando
vueltas en una parrilla mientras su cocinero se queda dormido.
¡Jaja!, me hace falta
realmente un François Rebelais, que anime el cotarro de lo que está sucediendo
a mi alrededor: a este pobre país le hace falta volver a reír, sentirse de
nuevo joven, con ganas de más, de todo… olvidarse de esa crítica destructiva
constante que no lleva a ninguna parte. Bueno, si, a unas terceras o cuartas
elecciones, mientras Europa nos estrangula y se disgrega. Y de
disgregarse no quiero oir hablar, absolutamente nada.
Seguro que Rebelais
buscaría un Pantagruel que se comiese el mundo moderno, como está sucediendo,
y ala vez haría de ello una crítica magistral y genial humoristicamente.
He llegado a la orilla.
Unos juncos de ribera, con unas cañas que se rompen con mirarlas y unos
plumeros efímeros, reciben los últimos rayos de un sol que está intentando
dormirse hoy entre las primeras nubes que le salen al paso.
Las aguas del pantano, junto
a esas orillas en las que tantas veces nos hemos encontrado, reflejan las nubes
escasas que cubren el cielo en poniente. Un cielo apagado, del que escapan
rayos oscuros que atraviesan el éter buscando un lugar donde acurrucarse.
Y como siempre, paseo
solo por la orilla porque tu estas muy lejos…
¡Demasiado lejos en el encuentro, demasiado cerca en el sentimiento!
Agua y cielo se
presentan como un ente solo, con los reflejos de uno en el otro. El cielo se
refleja en el agua del pantano coloreando de distintos colores sus aguas y las
aguas del pantano ascienden hacia él para formar unas increíbles nubes que se
elevan poco a poco hacia el cielo.
Voy mirando el cielo y el
agua o el agua y el cielo, intentando encontrar un contacto maravilloso entre
ellos y yo; pero unas piedras que sobresalen del agua rompen ese impulso y me
conducen a ti. ¿Por qué después de tanto tiempo? ¿Por qué tu imagen me aparece recostada
en la piedra mirándome o mirándote? ¿Por qué? Sigo lentamente hasta la ensenada
donde los tres arboles marcan sus límites al
agua.
Allí me paro y miro de nuevo a la piedra. Allí te vi llegar… y esa imagen la guardo en mi pensamiento como si fuese el más preciado tesoro de mi cerebro, de mis recuerdos. Ya la vez deseo que tu imagen aparezca en el borde del agua, como un sueño maravilloso.
Allí me paro y miro de nuevo a la piedra. Allí te vi llegar… y esa imagen la guardo en mi pensamiento como si fuese el más preciado tesoro de mi cerebro, de mis recuerdos. Ya la vez deseo que tu imagen aparezca en el borde del agua, como un sueño maravilloso.
Cae la tarde. Poco a
poco el sol se ha escondido entre las nubes y solo deja que unos rayos se
cuelen por las infinitas alturas de la atmosfera. Los cañizos de la orilla se
han apagado; las aguas se han convertido en grises recuerdos de lo que fueron
hace un rato.
El silencio, solo roto
de vez en cuando por un gilipollas que lleva la discoteca en su coche, va
avanzando como la noche. Lo trinos de los pájaros se pierden; los grillos aun
no han comenzado su concierto y las ranas de la orilla no croan.
Un cormorán pasa a ras
de agua. Una culebra nada en el agua cerca de la orilla buscando el calor de la
tierra. Las nubes se decoloran. Las aguas quedan oscuras y quietas. Solo los
anillos concéntricos de un pez en la superficie rompe la monótona quietud de las aguas.
Esta anocheciendo. El
muro de la represa me cierra la visión del agua. Ya solo queda el cielo. Un
cielo a la vez bello y triste, del que solo escapan esos rayos que huyen de la
noche. Y ahora que caigo esos rayos que huyen me parecen una forma genial de
compararte a ti. Huyes y te retuerces en tus intricados confines mentales
mientras yo tranquilamente espero el ocaso. Quizás, como un rayo de los vistos,
te desconcierta que la noche esta cerca y que huir no vale de nada.
Se apaga otro día. El
Grangaznate del Universo ha vuelto a comerse el sol una vez más.
Mañana amanecerá de
nuevo y de nuevo volveré a la ensenada a ver si tu figura avanza por la orilla,
pero sé que mis posibilidades van decreciendo día a día, porque tu ni siquiera quieres
que mi mirada pueda encontrarte en el reflejo tuyo en el agua.
¡Quizá el calor me esta
enturbiando la mente! ¡Quizás sea la mente que desde hace un tiempo esta
turbia! No lo sé.
Tu reflejo en el agua…
Tu reflejo en el agua… Solo agua, ¿Dónde has escondido tu reflejo?
--o0o--
Sed felices.
Antonio
Insuperable, Antonio. ¡Qué capacidad descriptiva y fotográfica al unísono!. Un abrazo.
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