Hoy aprovechando que tenia que ir al barrio donde transcurrió mi niñez, mi juventud y desde donde salí para casarme y fundar un nuevo hogar, una nueva familia, me he dado un paseo desde el barrio de Argüelles hasta la Puerta del Sol.
Desde que vivi alli han pasado muchos, muchísimos años. El barrio ha cambiado y lo que era, ya no es. El cine es una tienda de zapatos, una droguería y unos apartamentos. La perfumeria donde mi madre compraba sus cosas de tocador y donde hacia muchos regalos de Navidad, tampoco esta. La pastelería, esa maravillosa pastelería que tenía unos merengues de fresa que a mí me chiflaban y unas tartas de manzana como no se hacían en ningún otro sitio de Madrid, ha cerrado. Solo queda de ella el nombre y una decoración roja.
Desde que vivi alli han pasado muchos, muchísimos años. El barrio ha cambiado y lo que era, ya no es. El cine es una tienda de zapatos, una droguería y unos apartamentos. La perfumeria donde mi madre compraba sus cosas de tocador y donde hacia muchos regalos de Navidad, tampoco esta. La pastelería, esa maravillosa pastelería que tenía unos merengues de fresa que a mí me chiflaban y unas tartas de manzana como no se hacían en ningún otro sitio de Madrid, ha cerrado. Solo queda de ella el nombre y una decoración roja.
La calle cuando tenía yo unos diez años era aun un bulevar, con una inmensa acera central en la que había bancos para sentarse y donde montábamos en patinete. A cada lado de esa acera bajaba o subía el tranvía 21, que era uno de aquellos tranvías FIAT italianos largos y azules. En más de una ocasión los vimos descarrilar e irse a dar contra uno de los inmensos árboles que tenia la calle. Hoy hay un semáforo nuevo donde hasta hace poco se cruzaba jugándose uno la vida.
Ya en la calle de la princesa me viene a la memoria unas palabras de Peridis en su nuevo libro, titulado La Luz y el Misterio de las Catedrales, refiriéndose a la catedral de Jaca: “Primero porque no conseguí identificar su perfil desde las afueras como ocurre, por ejemplo, con Santo Domingo de la Calzada; además, los edificios más modernos superaban la altura de su torre con creces….”
Pues eso me pasa a mí con la parroquia de Buen Suceso. Antes se levantaba aquí una majestuosa iglesia con su campanario hacia el cielo. Hoy un edificio moderno con un campanario sin campanas (¿Dónde estarán las campanas Peregrino?), con campanas seguramente de transistores, y un campanario con una cruz que realmente no dice nada. Es el paso del tiempo, ¿Tenemos que acostumbrarnos?
Un poco más adelante, en la esquina de Serrano Jover con Princesa, un antiguo palacete revestido de ladrillo a la usanza madrileña de no rellenar con pasta la zona de tizón recuerda que esta calle estaba lleno de ellos al igual que lo que hoy es el eje Castellana-Prado.
La crisis va haciendo estragos. Un poco más adelante unas oficinas abandonadas y sus vidrios cubiertos con pinturas y grafitis.
La Duquesa de Alba parece querer vigilar desde el cartel que anuncia la exposición de los cuadros que pertenecen a la familia, el palacio de Liria que está justo detrás de ella. La efigie que se ve detrás es una de las muchas que cubren las pilastras que forman la valla de palacio.
Una escalera Imperial une la parte baja de la calle Princesa con la zona alta del barrio a sus pies una fuente; esta fuente la realizo el escultor Cristino Martos después de la Guerra Civil en la remodelación de la calle. Arriba rematando a cada lado de la escalinata hay dos figuras femeninas, parecen alegres, de las que no he sabido encontrar sus significados alegóricos. Lo que no hay derecho es que no exista una ley que con los grafitis sea muchísimo mas dura, muchisimo más. No se puede tomar algo así como la pizarra del colegio y es fundamentalmente una tema de educación y cariño hacia nuestro Patrimonio. Seguramente no habremos sabido enseñarles.
Estamos en plaza de España. Los ocupas has dejado la fachada de dos edificios hechos un muestrario de pintadas. Y el quiosco que vendía sus periódicos delante del edifico España, cerrado, espera que se terminen las obra de aquel para también él engalanarse y volver a cumplir su cometido.
Al pie de la Gran Vía. Un cartel con un guapo anunciante, que gustara a mas de una jovencita, enmarca la entrada a la estación de metro de Plaza de España y una fachada de ladrillo contrasta con el.
Enfrente el cartel anunciador del Rey León y abajo al fondo la Torre de Madrid ya lejana me indica que nos acercamos a la parte alta de la Gran Vía. Cruzare de acera para llegar hasta la plaza del Callao.
La tienda de las muñecas; los edificios de la Gran Vía quieren meterse en ella para jugar ofreciéndose para hacer de casitas de muñecas misteriosas.
Esto era el cine Rex. Aquí hubo un cine. Un cine que en su última etapa se dedico al cine de terror. Hoy cerradas sus puertas sobre el cierre un extraño cartel en el que Dalí comparte con un extraño una vista onírica de la Gran Vía en la plaza del Callao.
Lo que mas me llamo la atención del quipamiento del limpiabotas mejicano es que en la caja, como medio de decoración y publicidad, tiene pintado unas zapatillas de deporte a las que es muy difícil sacarles brillo con cepillo y betún.
Como recuerdo a aquellos carteros de antaño, en un mundo en el que cada vez se escribe menos, este buzón de Correos que al principio de la calle Preciados se interpone en nuestro camino como solicitando un sobre. Pero ed de uso exclusivo del cartero.
Y para terminar, esta foto del taller de reparación de muñecos. Lo que no sabía es que también se les arreglaban los dientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario