En el paseo de hoy, cuando avanzaba por el paseo del Pintor Rosales, han comenzado a llegar multitud de palomas a las inmediaciones de un hombre de la calle que en ese momento comenzaba a comerse su desayuno.
A los dos o tres minutos de que las palomas hubiesen aterrizado sin novedad y se moviesen nerviosas alrededor de su posible bocado de pan, una cotorra ha aterrizado en medio de ellas como si de una paloma más se tratase. Primera vez que veo esto en una cotorra salvaje.
Ni corta ni perezosa ha decidido que un trozo de pan era para ella y se lo ha quitado a una paloma, que ni ha rechistado.
Luego, como si fuese un helicóptero se ha subido en un vuelo totalmente vertical a una rama del árbol que estaba encima y allí, con la satisfacción pintada en su rostro, ha comenzado a engullir su trozo de pan ante la mirada envidiosa de otras cotorras que han ido llegando a las ramas de alrededor.
Mientras tanto, los gorriones, esperaban su turno en las ramas de los árboles del parque al otro lado del seto, seguramente por miedo a las cotorras.
Las cotorras están invadiendo un hábitat en el que no tienen enemigos naturales que las controlen. Cada vez se ven más, y da igual que haga frio o calor, que ellas están por todas partes con sus gritos.
Un poco más adelante, en plaza de España un mirlo parecía querer posar para mí. A escasamente dos metros de distancia no le importaba oír el ruido del espejo de mi Nikon al disparar. Raro en un ave que es de lo mas asustadiza y que cuando te acercas a ella sale rauda volando y chillando como si fueses a desplumarla.
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