Comenzó el sábado con un ventarrón impresionante. Parecía que el jardín iba a salir volando y con el nosotros detrás. Vientos de cien kilómetros por hora hacían que los árboles pareciesen danzarines diabólicos que querían llegar a tocar el suelo con sus ramas altas para instantes después en una contorsión fantasmagórica hacer lo mismo en sentido contrario.
Y en mitad del ventarrón apareció de repente la nieve. Los copos bailaban al mismo ritmo que los árboles y su danza parecía que era un encuentro maravilloso entre el cielo y la tierra. A cada soplo del vendaval la nieve se arremolinaba alrededor del árbol, abrazándolo en una espiral que se perdía tras la tenue iluminación de las farolas del jardín.
Todo presagiaba una gran nevada. Parecía que al día siguiente no se podría salir de casa y habría que recurrir a las palas para abrirse camino en la nieve como hace unos años.
Pero no. Todo quedo en una ventisca meona, que iba cambiando nieve por agua y granizo que al final se convirtió en un manto de tres o cuatro centímetros. Más arriba seguramente el espesor fue mayor, seguro, pues llevaba así todo el día.
A la mañana siguiente viendo que casi no quedaba nieve en casa cogí el coche y me subí hasta el hospital militar que hay en el puerto para allí hacer las fotos que os presento.
No quise subir más arriba porque no tenía cadenas y el cielo barruntaba nueva nieve, como así sucedió al cabo de un rato, justo cuando me bajaba para Madrid.
Nada más. No esperéis fotos como las que me están llegando del Pirineo estos días con nevadas de medio metro o más. No aquí hablamos de tres centímetros pero sigue siendo nieve.
Las pendientes de la Peñota se elevan hacia el cielo. Al fondo el valle de la Fuenfría con los pinares de las Dehesas de Cercedilla y en el llano de Guadarrama, siguiendo uno de los cursos de los arroyos de Los Pradillos se ve la neblina que dejan los arces que no han sido podados.
Los árboles, marcan siempre un hito en los caminos y carreteras. En el kilómetro 52 de la carrtera nacional VI esta este viejo fresno, podado a la usanza tradicional de estos árboles. Un día os enseñare uno majestuoso que crece en mitad de un prado de Guadarrama y que esta catalogado como árbol grande.
Se sabe de donde venia la ventisca. Viento del noroeste que entraba por el Alto del León camino de la meseta, transportando su frío hacia la planicie de la meseta nueva.
Los gemelos; así por lo menos me lo parecen a mi, son practicamente iguales. Dicen que los árboles están dormidos durante el invierno. Cuando los veo así de desnudos parece que con sus brazos hacia lo alto estén pidiendo cobijo, protección.
Allí al fondo, casi tapado por las nubes esta el mirador de Los Poetas. Es un lugar cerca del camino de la República que mira hacia toda planicie. En las rocas que hay a su alrededor pueden leerse fragmentos de poemas de distintos autores.Y en los llanos que se ven debajo los conejos abundan por doquier. En pleno verano si vas por el camino de Tablada los veras correr por todas partes.
Hace muchos años, el año que murió mi padre, tenia por aquel entonces doce añitos de aquella época, subí en Navidad con mi tío José a Guadarrama. No pudimos entrar con el coche en la finca pues había casi un metro de nieve y tuvimos que andar como pudimos para llegar hasta la casa de los guardeses que estaba al lado de la puerta. Aquello si fue una nevada como Dios manda.
Ahí en medio del bosque de pinos, perdida en el tiempo y en el cuidado, una antigua casa de peones camineros se va poco a poco deshaciendo, como la nieve que ha caído esta noche. Sus muros de piedra se conservan en parte y seguramente en su momento, en días como hoy, de su chimenea saldría un grato y oloroso humo de pino o roble quemados.
Hasta la próxima nevada.
Antonio
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