Nuestro poeta de hoy nace en Sevilla en el año mil ochocientos setenta y cinco. Con su familia se traslada a Madrid donde realizará sus estudios. Sus estudios los realizará por etapas debido a problemas familiares económico. A final del S.XIX viaja a París a visitar a su hermano y allí conocerá a personajes de la categoría de Óscar Wilde y a Pío Baroja. Más adelante en la misma ciudad conocerá a Rubén Darío.
Antonio Machado y Ruiz es un tardío de la generación del 98, un poeta castellano en el que el romanticismo es de alguna forma tapado por la rigidez y la pureza del sentimiento castellano.
Alguien le denomino “El poeta de lo absoluto y lo eterno”. Lo cierto es que su poesía se ha hecho eterna y se ha propagado de una forma increíble. Es el poeta de la sencillez. Su expresividad es inconmensurable, difícil de superar. La musicalidad de muchas de sus poesías es extraordinaria.
Al contrario que muchos poetas, a Antonio Machado se le admira y estudia en vida.
Por motivos políticos, tiene que salir de España y se instala en un pequeño pueblecito francés a escasos kilómetros de la frontera española, Colliure, donde muere al poco tiempo en el año mil novecientos treinta y nueve.
He elegido de entre las obras que tengo de Antonio un poema titulado Esta luz de Sevilla, que no es otra cosa de un recuerdo a su padre ya fallecido. Podía haber elegido cualquier otro, pero creo que este soneto es poco conocido y a su vez, por lo menos para mí, extraordinario por lo que lleva de sentimiento y de realización.
Lo he acompañado con flores silvestres que tome hace unos años en los Llanos del Hospital en Benasque.
Ya me diréis que os parece.
Esta luz de Sevilla
Esta luz de Sevilla… es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho-. La alta frente,
la breve mosca y el bigote lacio-.
Mi padre, aun joven. Lee, escribe, hojea
sus libros y medita. Se levanta;
va hacia la puerta del jardín. Pasea.
A veces habla solo, a veces canta.
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