Nuestro poeta, de noble y adinerada familia, nace en Salamanca en mil setecientos cuarenta y ocho. Estudioso desde su juventud, se dedico al estudio de las Humanidades y la Teología en la Universidad de Salamanca.
Comenzó desde joven a componer poemas, sobre todo satíricos, y formo parte del grupo de poetas que integraban fray Diego Tadeo González, Gaspar Melchor de Jovellanos y Juan Meléndez Valdés. Dentro del grupo se le conocía con el mote de Arcadio.
José Iglesias de la Casa, se ordeno sacerdote a la edad de treinta y cinco años, es decir vocación tardía y se le concedió las parroquias de varios pueblos de la provincia de Salamanca.
A parte de la literatura José Iglesias cultivo también las artes de la pintura y de la música.
Considero a Quevedo y a Góngora como su referencia poética y literaria y en cambio critico la obra de fray Luis de León la Profecía del Tajo.
Satírico, gruñón y crítico con todo aquello que no le gustaba obligo a Forner a decir de él: “Un socarrón de primer orden y hombre que diría una pulla en verso al mismísimo Apolo…”
Siendo cura párroco de Carbajosa de la Sagrada, provincia de Salamanca, murió en mil setecientos noventa y uno.
Os he copiado hoy un poema titulado La ausencia. Espero que estas cinco estrofas sean de vuestro agrado.
LA AUSENCIA
Mirote en noche del helado invierno,
rotos tus cuernos, luna amortiguada;
y, entre negros celajes ofuscada,
muestras falto de luz el rostro tierno
de Febo desdeñada.
Tal yo, ¡mezquina!, entre una niebla oscura
quedo al desdén que el ánimo me hiela,
sin luz ni gala mi cariño vuela,
mísera, sola y pobre de ventura,
y sin tu centinela.
Solo a ti he descubierto mis amores;
solo a ti he dado cuenta de mi vida,
como a la secretaria más querida
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