Ayer era una preciosa y
calurosa tarde de finales del mes de junio. Ayer el sol estaba escondido detrás
de una puerta gris y dejaba escapar sus lamentos a través de rayos que salían
de entre las nubes.
Ayer, si ayer, el sol
encerrado hacia tronar a la tormenta sobre la montaña enfadado porque no veía la
tierra.
Ayer, como si de un
rastreador se tratase, lanzaba sus rayos entre las nubes buscando un lugar
donde posarse.
Ayer, encolerizado por
la ceguera a que estaba sometido, si ayer, tiño de rojo el cielo, iracundo, intentando
filtrase por cualquier resquicio sin conseguirlo.
Ayer, en un momento
determinado fue capaz de echar una ojeada a la tierra y pareció calmarse. Pero no, la negrura le envolvía
por todas partes.
Ayer el sol tuvo que
acostarse detrás de la montaña sin poder ver la tierra, rojo de ira,
centelleando, soltando espumarajos de fuego.
Ayer, su sufrimiento
era tal, que tiño el cielo de colores purpúreos en un último intento antes de
acostarse.
Ayer el sol, se acostó
sin poder verte y ahora entiendo porque estaba tan enfadado, Soledad
Pensamientos mientras
fotografiaba una puesta de sol en Villanueva del Pardillo, Madrid.
Sed felices
Antonio
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