Un amago de tormenta ha
pasado esta tarde por encima de nuestras cabezas. Después del aire fresco que
la acompañaba y de un cierto olor a tierra mojada, señal de que ha llovido
cerca, un terrible bochorno se ha apoderado del ambiente.
Un cielo extraño, que permitía
ver de vez en cuando al sol detrás de las nubes, grisáceo, cubría por completo
el horizonte. A las nueve de la noche, lo de noche en este tiempo y a esa hora
es un eufemismo, un cielo dorado que he visto desde mi ventana me ha llamado la
atención. He tomado la máquina de fotos y me he ido al prado
que está cerca de casa.
Ha valido la pena. Han
sido cuarenta minutos de contemplación y de disfrute, una representación teatral
maravillosa entre dos actores: el sol y la atmósfera.
El sol se esta
acostando. He tenido que esperarme un rato porque alto aun era demasiado
potente y oscurecía en demasía al cielo y la tierra. Realmente la tierra en
este caso me importaba poco, no era un actor necesario y se estaba preparando
para albergar las sombras de la noche.
El monte Abantos, allí a
lo lejos es hoy la cuna por donde se acuesta el sol. Lentamente el astro rey
desciende por detrás de él y va acurrucándose en la cama bajo el horizonte. En
retirada magnifica, va dejando tras de sí en el cielo una enorme cantidad de
tonos que van desde el oro al rojo fucsia, que es casi imposible fotografiar,
en una lección magistral de pintura. ¡Cuántos artistas quisieran saber expresar
así!
Estoy completamente
solo en medio de la pradera. Estoy disfrutando con los instantes que la
Naturaleza me está regalando. Dos actores y un solo espectador aplaudiendo cada
cambio de luz, de interpretación. ¡Qué maravilla! El cielo, allí tras Abantos, está
cada vez más oscuro. El astro rey se ha dormido, pero aun mantiene algún ojo
despierto para dejar su sello en un cielo que ahora comienza a iluminarse de
tonalidades maravillosa.
Hemos pasado del dorado
de hace unos minutos a unos blancos fantásticos acompañados de dorados, azules,
grises… Da la sensación que el sol va a salir de nuevo por el horizonte, cada
vez más oscuro, como si hubiese olvidado algún trazo que realizar en el cielo.
Sigo absorto en la contemplación.
Tengo que forzarme a hacer fotos, pues a cada instante el cielo va cambiando de
manera espectacular. Sigo solo en mitad del campo. Nada, absolutamente nada,
interrumpe el gozo y el disfrute que ahora mismo me invade.
Por unos minutos he
abandonado las angustias de esta vida moderna que nos hemos inventado olvidándonos
de la contemplación de la Naturaleza que nos ha creado y nos ha dado su espacio.
Nada entorpece mi mirada, nada es un instrumento de distracción. Estoy en plena
comunión con el cielo y con la luz del sol. Esa luz que sigue emanando desde
mucho más lejos de donde yo me encuentro.
Es una sinfonía de
colores lo que estoy viendo, disfrutando y gozando. Cada instante es una nueva
nota de color y de luz dirigida por un magnifico director de orquesta. Las
claves de dorados y grises, alternan con la de rojos y azules. ¿Se puede pedir más?
En un lento adagio de melodiosa música la noche comienza a ganarle terreno al
cielo.
Los colores cada vez
menos brillantes comienzan a experimentar esa tendencia al rojo que indica que
la luz le llega desde muy lejos, agotándose después de tantas horas de
recorrido por el espacio.
Los tonos se están haciendo
cada vez mas forzados. A ras de suelo cada vez se ve menos, aunque aun es de
día. El cielo toma unos tonos amarillos que parecen forzados, como resistiéndose
a ser desplazados. Pero como con nosotros, el tiempo es implacable incluso con
el cielo y le obliga a irse retirando poco a poco. El concierto de las alturas está
a punto de acabar.
Ya, prácticamente ha
desaparecido. Solo quedan sobre un fondo cada vez más ultravioleta unas manchas
rojas difusas, que han sustituido brevemente a los dorados finales.
Hago la última foto.
Le doy gracias a la
Madre Naturaleza por haberme hecho gozar de ella durante cuarenta y cinco
minutos. Lástima que hayan sido cuarenta y cinco minutos en soledad, Soledad.
Vuelvo sonriendo al bullicio
y al asfalto. Quizás mañana haya más. De todas maneras con lo de esta tarde
tengo para sonreír y disfrutar con el recuerdo durante bastante tiempo.
--o0o--
Puesta de sol en
Villanueva del Pardillo el 28 de junio de 2016.
Sed felices.
Antonio
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