Andar por los caminos de Extremadura bien acompañado, es una experiencia maravillosa. Y eso me paso a mí este fin de semana. Anduve, y mucho, con unos familiares fantásticos que me enseñaron un poco de una zona extremeña que no conocía: Valencia de Alcántara y sus alrededores.
Pie a tierra y andando por caminos señalados en amarillo y blanco, como corresponde a una ruta regional, recorrimos un circuito circular, bello, lleno de pequeñas y grandes fincas, por lo general bien cuidadas, en las que la ganadería y la agricultura se dan la mano.
Cada entrada a estas fincas responde por lo general a un tipo característico de la zona. Mochetones blancos por lo general, refulgentes diría yo, y algunos grises descuidados por el paso del tiempo pero que también le dan belleza al recorrido.
Unos más ricos, otros más pobres, pero todos por lo general con un mismo significado: indicar la entrada a la finca, que no la salida.
Han sido tres días maravillosos en esta zona de Extremadura; hoy os toca ver los sencillos portones. Mañana, si las obligaciones dejan, nos sumergiremos en el mundo de los árboles que dan el corcho: los alcornoques.
Vamos allá; veniros a pasear conmigo por este maravillosos entorno.
PUERTAS EN LOS CAMINOS
Brillan los olivos tras la puerta que los protege. El aire mueve sus ramas y un resplandor de plata se extiende por la suave loma. Dentro de unos meses, cuando el agua y el frío se junten, el olivo dará su fruto y este su oro liquido.
Día gris y lluvioso. Buena temperatura para andar. Las mochetas destacan contra el cielo negro. La puerta abierta. El olivar tranquilo. Señal de confianza absoluta. Huele a tierra mojada. La lluvia trae riqueza.
Bajo el tilo que le protege del calor agobiante de los días extremos del verano, el portón sin puerta que da acceso a la vivienda brilla. Brilla como la casa entera. Ni siquiera la borrasca apaga la belleza; belleza sencilla de una tierra que no es tan extrema como la gente piensa.
Destacan como faros del camino. Muchas puertas abiertas. Los muros parecen querer darle fuerza a los mochetones blancos. El camino enseña la vereda de la vivienda. El pino quien sabe porque esta ahí. Blanco sobre la piedra; piedra que se vuelve blanca.La puerta abierta.
C
omo hitos que protegen al camino y a cada lado dos pilastrones cuadrados, sencillos, recios. Su cometido enmarcar la finca, dar encierro al ganado y marcar el camino. Unos con nombre, otros ni siquiera eso, no les hace falta, ambos con el mismo carácter: servir de apoyo al hierro.
Normalmente las puertas abren hacia dentro. En este caso la puerta abre hacia fuera. Quizás la pita con sus afilados aguijones marcase el sentido. Piedra, cal y hierro se dan la mano. El hombre les ha hecho amigos, el tiempo les ha dado la belleza. Ni sobra ni falta nada. Bueno quizás un poco de sol, quizás...
Vieja y cansada, un solo palo marca su casta. No hace falta una verja ¿Pa que? Unos tablones y un viejo rollizo se sobran a tapar el hueco que abandono el hierro y que el muro no se ha atrevido a cerrar. Y como recuerdo de su señorial importancia dos piedras amensuladas indican su nobleza. Vieja puerta, cuidate.
Dos olivos. Quizás dos amores que dejaron marcados su fecha. Cuantos sueños detrás de cada piedra. Dos aloes vigilan cada mocheta. Un arco triunfal da la bienvenida y para gozo de invitados una barbacoa se muestra dispuesta tras la verja. Año 94, te estas volviendo viejo. Hace falta un poco de cal para rejuvenecerte, pero guardas tanto ahí dentro...
Un golpe ha recibido la puerta. Sus hojas no cuadran. La mocheta también lo ha sufrido, como demuestran sus viejas grietas. Tapadas están las vacas tras los muros de piedra allá a lo lejos. Piedra viejas tapadas, colonos viejos. Los jóvenes huyen del campo; poco a poco se pierde la fuerza.
Sirve la tiranta de tensor y el adorno de tiranta. La piedra engarzada en trabas fantásticas, sencillas, sin mortero alguno; la mocheta marca la entrada. El musgo le da solera a la piedra. La hierba seca marca la estación pasada. La lluvia una nueva época. Pero siempre la puerta marca la entrada.
Entre chubasco y chubasco unos rayos de luz. Bajo el alcorque, estos mochetones blancos sostienen una puerta de tablones de madera, con listones que cruzados, le dan la fuerza. Y una tabla hace de cerrojo. ¿Para que más? Belleza en la sencilla puerta y en el horizonte del campo.
Si las vacas quisiesen poco duraba la puerta. Enormes pináculos hacen de jambas. Larga cerradura mantiene las dos hojas de la puerta. Pequeño candado guarda la riqueza que detrás de ella aguarda. ¿Para que tanta mocheta y tan poca puerta? En el día de lluvia las vacas parecen querer tomar el calor que aun guarda del verano la tierra.
Tras estas pirámides, escalonadas sobre fuertes columnas que las sostienen, una era se vislumbra marcada con línea blanca; en lo alto, como defendidos por la puerta y parapetados sobre un castillo de rocas, unos alcornoques otean el horizonte.
Allí a lo lejos, al otro lado del río Portugal. Al lado opuesto, tras ellos, Valencia de Alcántara. Belleza a uno y otro lado del rio. Que pena que todo pase tan rápido. Aquí acabo el paseo.
Mochetas que sin abrir las puertas, me abrieron el corazón a la belleza de los campos extremeños.
Espero no haberos aburrido mucho.
Sed felices.
Antonio
Detalles sencillos que generalmente pasan desapercibidos. Y todos tienen su encanto. Saludos
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