Estoy andado tranquilamente, paseando rápido pero sin prisa. Como casi siempre, solo voy, solo acompañado por mis dos máquinas. Entiendo que a los que les gusta andar detesten a los personajes que, como yo, se paran cada cinco minutos para encuadrar, mirar, disfrutar y fotografiar un rincón, un lugar.
Esto es La Jarosa, zona que ocupa actualmente una presa, lo suficientemente grande como para poder pasear junto a ella, y lo suficientemente pequeña como para que no resulte incómoda.
Situada a unos 1150 m.s.n.m, está rodeada por las siguientes zonas más o menos montañosas denominadas: al este La Jarosa, al norte La Viña, al oeste la Calle de los Álamos y al sur el Cerro Santo.
Con una longitud aproximada de cuatro kilómetros tiene rincones y vistas increíbles y en días tranquilos, en los que solo algún pescador y algún que otro paseante se cruzan contigo, es un lugar ideal para meditar, recodar, gozar y pensar en ti.
Bucólica a más no poder en estos momentos, la presa en un maravilloso día de octubre alto, presenta sus aguas tranquilas, suaves. Sus bordes se reflejan en el agua duplicando su perspectiva. Los bosques de pinos que crecen a su alrededor la envuelven con un maravilloso tono y la cruz de Cuelgamuros le da un empaque vistoso hacia el suroeste.
Me gusta observar a mí alrededor. En las altas hierbas puedes encontrar prácticamente cualquier pequeño insecto. Mi primera Empusa la vi en medio de esas hierbas un verano seco, después de un invierno en el que la presa no había estado llena.
Me gusta escuchar en las sombras de los matorrales el canto eléctrico, casi imperceptible, del petirrojo.
Me gusta escuchar en las sombras de los matorrales el canto eléctrico, casi imperceptible, del petirrojo.
En las alamedas, que se forman junto al agua, se transparenta la superficie cristalina como si de una cortina se tratase y da la sensación que en cualquier momento se puede abrir para dejarte ver la presa en todo su esplendor.
Los árboles a destacar junto a sus orillas son los olmos, alisos y sauces, aunque de estos últimos pocos, y algo más separados de sus riberas los fresnos, desmochados unos y otros no.
En esta época unos árboles parecen haber llegado a su fase invernal, mientras otros han cubierto su cuerpo de un dorado brillante. Su transparencia deja el paisaje abierto, transparente, muy distinto del provocado por la espesura en verano.
Ha llegado la hora de la retirada. El espejo de la presa al retornar sobre mis pasos me deja ver de nuevo el reflejo hermoso de una sierra preciosa, esplendorosa. La cumbre del Juanar, la altura mayor de la zona, impone: es el vigía.
Nada más por hoy. Espero que os hayan gustado estos rincones en un pequeño lugar de la Sierra del Guadarrama.
Sed felices.
Antonio
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