Después de 23 días, en los que he estado enclaustrado entre las habitaciones de un hospital, la espera en los pasillos para tener una noticia esperanzadora sobre el estado de mi madre, por fin he podido colgarme las máquinas al hombro y sin alejarme mucho de casa fotografiar pequeñas cosas que son parte del otoño, al igual que los bellos paisajes de un Pirineo multicolor o la línea zigzagueante de un arroyo con sus filas de álamos y chopos a su lado luciendo unas maravillosas galas.
Pequeñas hojas en una zarza o las hojas amarillas de un solitario árbol nos recuerdan que la naturaleza sabia, comienza a preparar a sus súbditos de cara a un invierno que poco a poco se aproxima y que el sol, inexorable en su recorrido, nos recuerda todos los días acostándose cada vez un poco más abajo y un poco antes.
Son mis primeras fotos del otoño de este 2014 ya conocedor y experimentado que va acercándose a su final. Mañana, o pasado tal vez, comenzaremos a ver nuestras calles y caminos sembrados de un precioso manto de hojas ya no necesarias que terminan cumpliendo la postrera misión: abonar los suelos de cara a una primavera que aun estando lejana también se acerca ya.
Lo importante es disfrutar de estos maravillosos días de colores, aunque sea con pequeños detalles de nuestro alrededor. Con ellos os dejo y espero que os gusten.
El otoño es al fin una época de luz y de color. Las plantas comienzan a reservar todo alimento capaz de sustraer a las hojas y estas van perdiendo sus tonos habituales convirtiéndose en un puzle maravilloso a nuestros ojos.
Nada más por hoy. Sed felices.
Antonio
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