Chillones, descarados y sinvergüenzas, estos pájaros que se han adueñado de nuestros entornos y que se han convertido en compañeros inseparables de las terrazas primaverales viniendo a pedir, como si en ello les fuese la vida.
Los gorriones, esos pajarillos maravillosos que en las ciudades nos han perdido el miedo, vuelan delante de nuestras narices cuando ya no les queda más remedio.
Los gorriones comunes, y otra multitud de especies que hay distribuidas por todo el mundo, pertenecen a la familia Passeridae. El número de especies distintas dentro de la misma familia en grande, por lo menos treinta, sino más.
Característicos con su pequeño pico, negro en los adultos y amarillo en los peques, y su plumaje que oscila entre tonos grises y marrones, pequeñas patas cortas y vuelos de aleteo y caída cuando las distancias son considerables. No medirán más de quince centímetros de pico a cola y sus alas abiertas tienen prácticamente la misma envergadura.
Viven en grupos con familias separadas en las que ambos padres alimentan a unas crías que buscan el alimento servido por los padres incluso después de haber crecido. Es curiosísimo verles detrás de sus mayores con el típico temblor de alas para que los mayores les den de comer, aunque hayan pasado ya a la edad de alimentarse por sí solos.
Se cobijan en nuestras cubiertas, debajo de las tejas y en cualquier hueco que encuentren en las construcciones humanas, y si tienes una casa con tabiques palomeros, lo más probable es que hayan encontrado la manera de llegar a ella para refugiarse, vivir y reproducirse allí. Incluso son capaces de arrancar pequeñas ramitas de las mimosas y otros árboles para acomodar sus nidos y hacerlos más confortables.
La mayoría de los que vais a ver, están fotografiadas en el Parque del Retiro de Madrid, en los abetos de los pantanos que se elevan en mitad del lago del Palacio de Cristal y junto al estanque del monumento a Alfonso XII.
No son fotos maravillosas, pero son instantes de un día detrás de ellos. Junto a los estanques, entre las ramas de los pinos o sobre las piedras de las orillas.
Os dejo con ellos y con sus fotos… Espero que os gusten.
Colocado sobre su pedestal, este macho de gorrión observa todo aquello que sucede a su alrededor y está pendiente de encontrar alguien dispuesto a compartir una migaja de pan.
Esta joven hembra observa desde su atalaya los movimientos tanto humanos como de otras aves. Seguramente tiene a un gorrión en las cercanías para darle de comer.
Hay que dedicarle también un rato al aseo; es fundamental desparasitarse y quitarse todo aquello que pueda estropear el plumaje.
Sed felices.
Antonio
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