sábado, 27 de septiembre de 2014

Los castillos de la línea del Duero. El castillo de Peñaranda de Duero.-

Situemos primero lo que era la Península Ibérica hacia el año novecientos treinta de nuestra era cuando los reinos cristianos del norte comenzaban a ser un peligro importante para Córdoba. Ya no era una pequeña extensión de tierra más allá de las montañas cántabras, sino que se extendían inexorablemente hacia el sur.
Pongámonos en antecedentes.

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Suenan tambores en la lejanía. Una polvareda se levanta en las tierras yermas que se extienden por debajo del rio Duero creada por los cascos de los caballos y peones sarracenos; y un autoproclamado califa asciende desde Córdoba, después de haber atravesado el Sistema Central por lo que luego se conocería como el Paso del Arcipreste de Hita, dispuesto a sojuzgar de nuevo a unos cristianos del norte de la península que le crean con pequeñas expediciones y alianzas con jefes de distintas zonas árabes, dolor de cabeza.
Dispuesto a que no vuelva a suceder la unión de un reino cristiano, Navarra con un reino moro, Zaragoza, Abderramán III sube a castigar, a conquistar, a someter y a cobrar. Se acabaron para Córdoba las concesiones lastimeras a los reinos cristianos. Los cien mil ascienden lentamente, convencidos de su fortaleza y dominio.

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Campos de Peñaranda de Duero por el norte


Enterado el rey de León que tan poderoso ejército asciende por la meseta castellana busca amparo en los reyes de Aragón y en el condado de Castilla para presentarle batalla. Hay que vencer al moro o doscientos años largos de Reconquista se irán al garete. Hay que luchar y si es necesario morir, pero vencer significará poder consolidar la línea del Duero y avanzar hacia el Sistema Central.

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Fachada este, entrada y fachada norte

Existen en Castilla dos tipos muy diferenciados de castillos. Unos, los construidos antes de 1212, fecha de la batalla de las Navas de Tolosa y aquellos otros posteriores de los siglos XIV y XV.
Los primeros fueron castillos de guerra, construidos casi todos para defenderse de los ataques de los ejércitos del califato de Córdoba, sobre todo antes de la caída del valle del Tajo. Fueron castillos de guerra, muchas veces denominados así más por el lugar en que se encontraban situados que por el volumen y construcción que tenían. Estos castillos fueron avanzando según las tropas de los reinos cristianos avanzaban hacia el sur, hasta el día que se venció al enemigo definitivamente en la batalla de Las Navas de Tolosa.

 
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Peñaranda de Duero



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Fachada este del castillo

Otro tipo de castillo es el castillo que se construye a partir de este momento y en los dos siglos siguientes, S.XIV y S.XV, que mas que un carácter de guerra suponen la consolidación de fuertes familias en terrenos y villas donados por los reyes en pagos de servicios prestados donde ya no existen árabes en los alrededores.
Son castillos de señorío, muchos con unas torres del homenaje impresionantes y unas dependencias exquisitas, que sirvieron para refugio de nobles y en muchas ocasiones lugar de reuniones secretas para intentar apoyar a uno u otro bando en las guerras por el poder.

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Arco de entrada

Los primeros, los castillos guerreros, fueron avanzando según los hombre a los que se les concedían tierras iban avanzando hacia el sur. Había que protegerse de las rafias morunas y se tenía que tener cerca la protección de una muralla en la que defenderse y en la que poder ofrecer sus brazos y su corazón para pelear.
Estos castillos, que se extendieron en una línea más o menos paralela al rio Duero fueron la base para la segunda generación, los castillos de la nobleza.


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Saetera

El castillo que hoy nos ocupa esta asentado sobre lo que debió ser un primer castillo guerrero que de alguna forma estaba incluido en los castillos defensivos del Duero y desde el que se podía vigilar y contrarrestar los movimientos sarracenos y refugiarse dentro de sus muros si era necesario.
¿Os imagináis lo que debía ser ver avanzar una tropa mora por las planicies castellanas?
Muchas veces pienso que cuando Abderramán III avanzo para reducir a cenizas el reino de León, las imágenes que se veían desde los castillos debía ser increíble. Caballeros africanos sobre sus caballos y resto del ejército a pie, luciendo sus estandartes al aire con el sonido increíble de sus tamborradas. Una columna de polvo debía levantarse a lo largo del suelo que pisaban los cien mil guerreros que aportaba a la lucha.


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Torreones a ambos lados del acceso al castillo

Y me imagino la impresión que debía causar a leoneses, castellanos y navarros ver desde el castillo de Simancas como se acercaban unas tropas mucho más numerosas que las suyas.
Pero en la batalla de Simancas salió a relucir la estrategia y el valor de un castillo contra un oponente numeroso. Había un lugar donde guarecerse, alimentarse y tratar a los heridos leves que llegaban hasta el. Un lugar desde donde organizar salidas nocturnas de pequeños contingentes que hostigaban continuamente a un enemigo que acampaba en campo abierto.

 
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Patio del castillo con torre homenaje

Ramiro II de León demostró ser un estratega maravilloso que derroto con tropas muy inferiores a las del califa al ejercito moro. Abderramán III tuvo que volver a Córdoba con el sabor de la derrota y con la moral por los suelos. El año 939 marco el hito de salida hacia el Duero y así lo hizo en aquel momento el Reino de León y Castilla.
Tendrían que pasar unos años hasta que las rafias de Almanzor causaran estragos en muchas ciudades de la península, pero fueron las fuerzas de los castillos del Duero los que a la postre persiguieron, derrotaron y malhirieron al caudillo árabe, lo que provoco su muerte en Medinaceli.


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Torre homenaje

Gente guerrera y al mismo tiempo cultivadora de los extensos campos de las tierras de la Extrema Dura, de las tierras que esos castillos protegían desde la retaguardia.
El castillo que vemos hoy en fotos es el de Peñaranda de Duero, del siglo XV, mandado construir por los condes de Miranda sobre los restos del antiguo castillo.


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Desde el patio mirando a la zona de acceso

Castillo que sigue las trazas de otros castillos de la ribera del Duero y sus alrededores. Montado sobre una peña, la Peña de Aranda, dominaba la población y la llanura.
Olvidado ya en el S.XVIII, fue declarado Monumento Histórico Artístico en época de la Republica junto con el pueblo y el palacio de los marqueses de Miranda.


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¿Que nos contarian estas piedras si pudiran hablar?

Si no conocéis Peñaranda de Duero os la aconsejo.
Sed felices.
Antonio

jueves, 25 de septiembre de 2014

FLORES CON POESIA CCVIII.- A las ruinas de Itálica.

Nace nuestro poeta de hoy en mil quinientos setenta y tres en Utrera, provincia de Sevilla.

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De familia más o menos acomodada, comenzó sus estudios universitarios en la universidad de Osma, trasladándose a la de Sevilla al morir su padre y fue allí donde se graduó en leyes.
Rodrigo Caro fue destinado como sacerdote a su ciudad natal y allí fue nombrado abogado del municipio.
Su carrera eclesiástica fue grande ocupando cargos como Visitador del Arzobispado, Juez de Testamentos, Consultor del Santo Oficio etc., si bien por ciertos motivos tuvo un destierro a Portugal.
El Rodrigo Caro que a nosotros nos interesa es el poeta. El poeta amigo de grandes personajes del momento entre los que destacan Quevedo, Pacheco, Robles y un sinfín más de ellos con los que carteaba y con los que formaba tertulias.
Caro, es un poeta magnifico, de una versificación de fácil lectura y ejecución, en trabajos magníficos a los que les dedica mucho tiempo en limar y retocar buscando la perfección.


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Algunos, entre ellos Menéndez Pelayo, lo considera uno de los grandes poetas del Renacimiento.
Murió en Sevilla en el año mil seiscientos cuarenta y siete.
Os he colocado dos estrofas de su canción a las ruinas de Itálica, impresiones de un hombre al ver aquello completamente destruido. Espero que os guste.

A las ruinas de Itálica. (Fragmento)
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Aquí nació aquel rayo de la guerra,
gran padre de la patria, honor de España,
pio, felice, triunfador Trajano,
que ve del sol la cuna, y la que baña
el mar también vencido gaditano.

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Aquí de Elio Adriano,
de Teodosio divino,
de Silio peregrino,
rodaron de marfil y oro las cunas.
Aquí ya de laurel, ya de jazmines,
coronados los vieron los jardines,
que ahora son zarzales y lagunas.

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La casa para el Cesar fabricada,
¡ay!, yace de lagartos vil morada.
Casa, jardines, cesares murieron,
y aun las piedras que de ellos escribieron.
Fabio, si tu no lloras, pon atenta
la vista en luengas calles destruidas,
mira marmoles y arcos destrozados,
mira estatuas soberbias, que violenta
Némesis derribó, yacer tendidas;
y ya en alto silencios sepultados
son dueños celebrados.

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Así es Troya figuro,
así a su antiguo muro.
Y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas
oh patria de los dioses y los reyes:
y a ti, a quien no valieron justas leyes
fabrica de Minerva, sabia Atenas.
Emulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades:
que no os respeto el hado, no la muerte,
¡ay!, ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.
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Estas dos estrofas, a las que yo he partido con las fotos, son parte de la canción a las ruinas de Itálica. Como habréis visto es puro renacimiento lo que se encuentra en sus versos.
Espero que os haya gustado, aunque es un tema un poco difícil. Pero todo lo que tuviese relación con la Roma clásica, era motivo de en saltación en esta época.
Nada más por hoy. Sed felices
Antonio

viernes, 19 de septiembre de 2014

Cuando los matorrales se convierten en flor.-

Cuando tenía 18 años, casi no me acuerdo, sé que me fijaba en el entorno que me rodeaba, pero sin buscar la esencia ultima de todo el conjunto de cosas que allí estaban.
Con el paso de los años, mi cabeza ha ido adentrándose en un mundo de detalle que, si bien en su mayoría desconocido, muestra el todo y la unidad.
Quisiera saber expresar sensaciones y sentimientos como lo hacen los amigos escritores, pero ni mi educación ni mi estilo de vida me han conducido a ello; pero eso sí, creo que soy capaz de trasmitir ciertas emociones acompañando estos escritos con mis fotos.
Estas qué vais a ver a continuación, son la muestra de que una planta cuando busca su estado de hibernación puede llegar a convertirse en un maravilloso muestrario de colores y formas.
Son una de las maravillas de la naturaleza cuando echa a sus plantas a dormir. Convierte al productor de las más hermosas flores en una flor, él en sí mismo se hace flor y nos hace verle como tal. Las hojas dejan de serlo para convertirse en los pétalos de la planta. Y los frutos parecen flores, como estos escaramujos del rosal.
¿No os lo creéis? No esperéis a dejar pasar el tiempo y averiguarlo. No hace falta que sea un rosal, cualquier planta caduca vale de ejemplo. Y si no ¿No veis los campos en otoño?
No mas palabras, creo que no hacen falta para este rosal Carolina qué vais a ver.


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Buen día. Sed felices
Antonio

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La Segunda Piel.- Un paseo distinto...

Me imagino que todos los que de alguna manera nos dedicamos a la fotografía en plan amateur, estamos predispuestos a fotografiar una serie de temas a los que somos aficionados, ya sean paisajes, flores, animales de cualquier tipo, personas…
¿Pero qué pasa cuando en una salida no se encuentra nada de lo que se va buscando?
Es entonces el momento oportuno para conectarse con el entorno, descubrir los pequeños detalles, y los grandes, que pululan a nuestro alrededor y a los que la mayoría de las veces no les damos la importancia que tienen.
El espíritu tiene que estar siempre abierto al mundo que nos envuelve, a nuestro compañero de fatigas mientras nuestros sentidos, y en especial nuestros ojos, sean capaces de captar, disfrutar e incluso llorar. Nuestra Segunda Piel es todo.
El sábado pasado, (esto es una de las cosas buenas de escribir: la inexistencia de fechas; siempre puede haber un sábado pasado), salí con la idea de ir a cazar fotográficamente insectos y para ello prepare mis maquinas. A una le puse un macro y a la otra un 300 mm, también con macro.
Y la idea resulto nefasta. No había prácticamente insectos pero… ¡estaba la Segunda Piel! diciéndome: ¨ ¡fotografíame a mí, que estoy aquí y no me ves!”. Y alce los ojos al cielo, a la montaña, al bosque, al agua y al insecto y apagué mi decepción de pequeños encuentros maravillosos que llenaron mi mañana. La Segunda Piel me sonreía en todo su esplendor.
He querido mostraros algunos de los espacios, cosas y animales donde fueron mis ojos a disfrutar y por lo tanto mis cámaras. ¿Queréis ver las fotos de un paseo decepcionante? Venir conmigo.
Agua, tierra, árboles, bosques y montañas se juntan en una maravillosa perspectiva.

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Situaros; estoy en la presa de La Jarosa, en su ribera de mediodía. El agua a mis pies, al fondo los árboles de ribera y los inmensos pinares que cubren las estribaciones del collado de La Cierva. Y al fondo, majestuosa, con sus tres picos y casi sus 2000 metros de altura, que no alcanza por muy poco, la Peñota.
Dejo que mi vista llene el alma de sentimientos y de sensaciones para este instante (quizás para siempre, quien sabe) Y gozo; respiro hondo y prosigo mi marcha.
La naturaleza es tremenda, un ejemplo de constancia y de lucha sin cuartel. Voluntad férrea de nacer donde se está, existan las dificultades que existan. Me sonrojo; ¿cuántas veces he sucumbido ante pequeños obstáculos?

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La pequeña hierba nacida entre las rocas, luchando donde otras raíces más potentes de álamos y árboles de ribera ni siquiera lo intentan, me está enseñando a mí, necio humano engreído, fortaleza, tesón y sacrificio, hundiendo sus raíces en una roca dura, fuerte.

 
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En todo paseo siempre hay algún momento para la sonrisa. Me pregunto cómo es posible que alguien pierda su sandalia y siga andando entre tanta piedra. En estas aguas no hay tremendas olas que puedan trasladar la sandalia de un lugar a otro. ¿Una salida corriendo? ¿De qué o de quien? Me imagino las explicaciones en casa por haberla perdido…

 
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La mosca me llamo la atención y me enseño el camino. ¿Os habéis preguntado alguna vez que hace un insecto sobre una roca en un medio día de nubes y sol entremezclado? Yo sí. Me lo pregunto cada vez que los veo y los fotografío. Unas veces esperar, otras aparearse, otras comer. Pero en el mundo tan corto de las moscas, (muy parecido al nuestro, si comparamos nuestra edad a la de la Segunda Piel), no hay tiempo para muchos ratos de ocio. 
La mosca estaba lamiendo los restos de un alga filamentosa enganchada a la roca cuando el agua de la presa estaba alta. Fijaros, espero que el blog permita verlo, en la multitud de líneas y rayas que hay sobre el granito.

Cuando paseáis por los alrededores de una presa, un lago o junto a la orilla del mar, encontraís multitud de restos que el tiempo ha ido dejando por las riberas.
Los árboles son increíbles alfareros que dan forma a fantásticas figuras y que se dejan esculpir por las aguas y las piedras. Adquieren formas de lo más extrañas e incluso a veces tan perfectas que engañan a la realidad.
 
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Esta foto, si se mira sin mas es un palo largo, pero si se pone un poco de imaginación, podría ser el arado del que pudiera tirar un animal poderoso. Quizás la reja, este hundida en la arena de la playa. Quién sabe.

 
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Y la segunda. Cuando vi esta forma lo primero que pensé fue en una bella mujer. Piernas de maniquí, posición típica de los escaparates, pero invertida. Incluso parece que insinúa sus caderas. El resto del cuerpo la naturaleza aun no lo ha tallado, pero quién sabe si con el tiempo lo hará.
 
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Una pareja de insectos, también de la Segunda Piel, copulan a escasos centímetros del agua. Es la ley y no seguirla es morir. Cuando veo a unos insectos como estos o a otros cualquiera, me pregunto si saben que sus genes serán parte de sus descendientes, que se prolongaran en ellos por los siglos de los siglos.
¿Habéis meditado alguna vez sobre ello?
Para nosotros, nuestros hijos, son la continuidad, parte de ellos somos nosotros mismos. La necesidad vital de procrear entre los animales, ¿les proporcionara alguna satisfacción de futuro?
Las algas del pantano parecen una Medusa que quiere engullirlas para que no terminen su tarea.

 
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Un poco más adelante, entre arenas y rocas, encuentro a uno de los pocos insectos que he visto hoy. Un chinche que da vida el solo a un conjunto de bastones secos de matas de ribera a las que se les ha terminado la vida.
Esos tallos que parecen patas de un grupo de aves, con sus articulaciones y sus espolones, me obligan a imaginar que en cualquier momento aparecerá el pico y desaparecerá el osado chinche. ¿Quién decía que era un día desilusionante? ¿Era yo?

Una mosca, otra, posada sobre una flor que vulgarmente llamamos margarita de campo, esta preparándose a chupar todo el néctar que puedan darle ella y su bella vecina.

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Diminuta mosca, de una extensa familia, preciosa que para permanecer en la Segunda Piel ha tenido que camuflarse como, sus enemigos, las avispas. Que lista es mama naturaleza. Es capaz de diseñar un recubrimiento para engañar al depredador. ¿Cómo han conseguido estas moscas cambiar su piel original por esta otra? Si ya se lo de Darwin, pero me asombra tanto este pequeño mundo…

Junto a las orillas de los pantanos, creo que no se salva ni uno, los árboles de ribera luchan por conseguir agua que a veces se aleja de su lado y por otra de mantener el terreno que les rodea. Unas veces lo consiguen, otras no.

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Está claro que en el caso de este árbol el agua en su máxima altura lame sus raíces y llega a la base del tronco. Las pequeñas olas aportan arenas y las retiran de nuevo socavando el terreno. El árbol luchara por mantenerse y tejera una enorme red de increíbles brazos para sujetarse y para sujetar la tierra.

 
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Y como los tentáculos de un gran calamar sus raíces van clavándose en el suelo con unas ventosas extrañas y filamentosas que lo único que hacen es absorber y luchar por su continuidad.

Y termina mi paseo. Estoy satisfecho. He meditado y he gozado de la Segunda Piel.
Miro por última vez hoy hacia atrás y veo las aguas, la roca y el cielo.
La primera rizada por un suave viento que parece que trae algo de lluvia. Las rocas fuertes marcando a las aguas, como un hito, hasta donde llegan sus dominios y retándola a intentar sobrepasarse. Me da la sensación que estoy viendo el escollo de cualquier costa, incluso me parece oír el rumos del mar golpeándolo… No, es el viento que se cuela por el pinar.

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La Segunda Piel me ha mostrado algunos de sus secretos hoy y me ha hecho disfrutar con ella ¿Se puede pedir más? Solo el canto de algún pájaro o el ulular del viento han roto mi silencio y mi meditación. ¿Segunda Piel? Si Segunda Piel, tan importante o más que la mía y bella en cualquiera de sus rincones y sus circunstancias…
Hasta el próximo paseo Segunda Piel. Que los soles y las estrellas te sean propicios para que pueda seguir viéndote cundo los individuos de mi descendencia, dentro de unas cuantas generaciones, sigan abriendo los ojos a ti.

Espero no haberos cansado mucho con mis disertaciones.
También es cierto que no es obligatorio leerlas.
Sed felices.
Antonio

Mirando a los árboles... se acerca el otoño.-

Es un día cualquiera de un septiembre ya avanzado. Me he quedado en casa y estoy andando por debajo de los plátanos del jardín. Ando tranquilo, no hay prisa ninguna y la temperatura hoy es agradable. El cielo limpio, alguna nube en plan torre al otro lado de la sierra pero que se rompen al pasarla.

 
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La luz de la tarde ya es distinta a la de agosto. Es más tumbada, quizás más cálida, menos cruel. Con mis pisadas cruje de vez en cuando el jardín. Comienza a haber hojas por el suelo. Hojas de un color marrón oscuro y otras más amarillentas.

 
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Aun quedan algunos días para el otoño, unos siete u ocho, pero los árboles ya están avisando que llega. Los troncos están empezando a almacenar la savia y los minerales que contienen las hojas y estas, cumplida su misión, se torna del color a donde van, del color de la tierra.

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Levanto los ojos y por todas partes, en un mar verde en continuo movimiento, aparecen manchas más claras o más oscuras de hojas que caerán pronto al suelo. Las amarillas relucientes, como si de luces indicadoras de posición se tratasen; las marrones, inquietas, como si en sus movimientos quisiera verse una renuncia a dejar el árbol en el que han vivido.

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Mirar a lo alto bajo un mar de hojas es una sensación maravillosa. La luz entra a raudales en algunos lugares iluminando la escena. En otros son las sombras las que apagan el entorno. Y el viento, con su batuta magistral hace que las escenas estén, como en un viaje de ida y vuelta, acompasadas en movimientos fijos, sin salirse un instante del lugar requerido.

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Cuando miras a lo alto, los troncos de los árboles parecen mástiles dispuestos a recibir en sus velas el empuje del viento. Se pierden entre la espesura de su bosque de hojas, de pequeñas velas de colores verdes, amarillos y marrones. Los árboles nos están diciendo que llega el otoño, su otoño. Y con el otoño de los árboles se acerca un poquito más, el otoño nuestro.


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Mirando a los árboles, estos me dicen que se acerca el otoño…

 
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Nada más por hoy.
Sed felices

lunes, 15 de septiembre de 2014

Unas dalias desmelenadas.-

Mientras fotografiaba dalias en el Real Jardín Botánico de Madrid, me iba dando la sensación de que dentro de esa maravillosa especie de flores podían darse las serias, las que se ajustaban a los cánones del buen vestir floral y aquellas otras, más modernas, que pasaban de ellos para ir a buscar la diversión por otros lugares.
En consecuencia decidí sacar esta página del blog de las Dahlias desmelenadas, las dalias hippies, con sus pétalos al aire, sin peinar, anunciando un mundo de libertad y de diversión, de juventud y alegría.
Estas dalias, contrastan con la seriedad de las dalias que siguen los esquemas típicos de los vestidos rigurosos, en los que los pétalos tienen que estar perfectamente alineados, formando celdillas maravillosas donde guardar cada uno de los estambres de la flor, dan la sensación que solo falta la música de los Beatles o los Roling para ponerse a bailar.
Y no por ello dejan de encarnar una belleza maravillosa, tan bella como la de las rigurosas dalias, dando un aire de vida al ambiente en que se colocan de vida y de alegría.
El Botánico madrileño presenta una colección maravillosa de estas flores cada año, en la que se van aumentado distintos ejemplares en cada temporada.
La dalia, es una flor proveniente de América Central, de México, concretamente de la península de Yucatán. De allí la trajeron a España los conquistadores y desde el Real Jardín Botánico se distribuyo a los restantes botánicos europeos.
Espero que os gusten las flores elegidas para hoy.

Primeramente una muy clásica: perfecta alineación y simetría con colores elegantes, serenos y fuertes.

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Dahlia Uncle Hankey

Esta otra quiere ser clásica y a la vez salir a divertirse pasando desapercibida, pero sus pétalos empiezan a desmelenarse.

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Dahlia Caribbean fantasy
 
Y todas las que vienen a continuación llevan belleza y alegría en el cuerpo.

 
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Dahlia Good earth

 
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Dahlia Color spectacle

 
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Dahlia Winter Springs

 
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Dahlia Babylon lila
 

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Dahlia Pinelands Pam

 
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Dahlia Ambition

 
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Dahlia Christine
 
 
Estas fotos se tomaron el viernes pasado, 12 de septiembre de 2014 en el Real Jardín Botánico de Madrid.
Nada más por hoy. Sed felices.
Antonio