domingo, 16 de enero de 2022

Mirando al cielo y a la tierra.

 

El viernes pasado fue un día estupendo por muchas razones.


Una de ellas poder darme un paseo por el Real Jardín Botánico de Madrid, en un día radiante, con un cielo limpio y una tranquilidad pasmosa dentro del recinto.






Me di cuenta que en invierno hay que mirar arriba y abajo; observar el cielo a través de unos árboles prácticamente desnudos y de otros que anticipándose a la primavera aprovechan la luz para empezar a sacar hojas nuevas. Y aquellos otros perezosos que quieren conservar a toda costa sus hojas para dar color al cielo azul.




La esbeltez de los pinos, machacados por la nevada del año pasado, y arreglados y cuidados por el personal del Jardín, aumentan la perspectiva; te sientes pequeño, indefenso ante la magnitud brutal de todo lo que te rodea, ya sea en magnitud física o en magnitud temporal. Eres un enano que observa lo que generaciones antes lo han hecho, desde que al rey Carlos III se le ocurrió la idea de trasladar aquí las plantas de todos sus reinos.

Pero también hay que mirar al suelo, donde las sombras dibujan extraños túneles en los paseos que las parras de las vides llenaran cuando las temperaturas y el sol, en un acuerdo que llega todos los años, decidan que la savia tienen que volver a discurrir por las cepas viejas y retorcidas de multitud de variedades distintas.

Y qué decir de las aves, palomas, mirlos, estorninos, urracas. etc. que encuentran entre las hojas, en el suelo de los cuarteles florales, infinidad de alimentos, desde semillas a las lombrices que oxigenan y enriquecen los suelos.

Los colores, esos maravillosos tonos distintos que el invierno ha heredado de otras estaciones iluminan el horizonte, como si un maravilloso paisajista hubiese cogido sus pinceles y pintado sobre el cielo como lienzo, la belleza maravillosa del mundo vegetal.

Y allí en el suelo, un único agujero nuevo, estaba preparado para recibir un rosal. Un rosal llamado Afrodita que enriquecerá esta primavera con sus flores el lugar donde ha sido plantado.





Mirar arriba y abajo, en todas las direcciones que quieran nuestros ojos y contemplar belleza. En un jardín botánico se puede disfrutar también del invierno y sentir la belleza del mundo vivo que nos rodea.

Y si a todo esto le agregas para rematar el día una comida agradable…

Feliz día, cuidaros, y mirara arriba y abajo y veréis, descubriréis, mundos fantásticos que se pierden muchas veces por nuestra falta de interés, por conocer lo que nos rodea.

Antonio

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